Un sistema nacional de artistas
María Simon
10.08.2012
Un sistema nacional de algo busca estimular cierta actividad en el país, dondequiera y en la forma en que se desarrolle. Se trata de apoyar cierta producción intelectual teniendo en cuenta sólo su creatividad y formación de pensamiento o sensibilidad, porque se entiende que contribuye a la riqueza esencial de la sociedad. Esto implica la selección de personas que se presentan a una convocatoria, lo que ya es un reconocimiento, y un estímulo económico mensual sujeto a renovación.
El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) se instituyó en el período de gobierno 2005 -luego cuento sus antecedentes-, se aprobó en 2008; hubo un largo trabajo de selección y los primeros investigadores del sistema se nombraron a principios de 2009.
La idea de un Sistema Nacional de Artistas se propuso justamente en esa ceremonia, cuando se nombró a unos 1000 investigadores, en la sala de conferencias del Solís. Era casi un festejo, una señal fuerte de que un gobierno considera que el conocimiento o la creación son de importancia para la sociedad. Ahora hay unos 1500. A los científicos les encantó la idea de un apoyo a los artistas para lo mismo, para que pudieran crear con mayor tranquilidad y contribuyeran al conocimiento y la cultura. Fue una alegría verlos generosos y con visión amplia de la densidad de la trama social e intelectual. En efecto, una sociedad tiene o no tiene un caldo de cultivo en que se desarrolla su potencial creativo.
Logramos que entrara en el programa del Frente con bastante trabajo, simplemente porque no se entendía del todo. Al fin tomaron el nombre poco eufónico de FEFCA (Fondo de estímulo a la formación y creación artísticas). En el presupuesto 2010 aparecieron, como corresponde, porque estaban en el programa, pero con una dotación muy pequeña. ¡Menos de 70 al lado de 1000! Hubiera sido bueno hacer el primer llamado enseguida para mostrar que hay muchísima gente que vale, a fin de aumentar los recursos en las rendiciones de cuentas sucesivas. Por varios motivos y con la mejor voluntad, se llamó en 2012, cuando ya no queda ninguna en el período de gobierno. A un ministerio de economía (a cualquiera, y es natural) siempre le cuesta más embarcarse en algo que luego hay que sostener, un compromiso de muy largo plazo, que decidir una inversión o un premio. Justamente por eso es importante sacar adelante un sistema, porque genera confianza más allá de las idas y vueltas electorales o de la persona que ocupa cierto cargo. Por eso vale más de lo que su dotación por año; es un compromiso de la sociedad con la creación.
Hay que explicar el concepto de caja de herramientas. Distinguir herramientas y nunca sustituir un tipo por otro; cada herramienta es lo que es y cuando se trata de usar la misma para todo se termina deformándola.
Eso en la ciencia se ve claro. El sistema de investigadores es para apoyar a personas que crean ideas y que a su vez forman a otras directa o indirectamente. No es esencial que trabajen en determinada institución. Lo que vale es la creación en cualquier campo, porque se está desarrollando capacidad intelectual, y no debe pesar que sea teórica o aplicada, por ejemplo. En los llamados a proyectos, que cubren varios temas, se puede -y debe- priorizar aquéllos en los que el país tiene especial interés. No tiene sentido que el estímulo económico del sistema sea mayor para quienes cultivan ciertas disciplinas de investigación. Hay que entender la especificidad de cada herramienta. Si queremos más ciencias agrarias, por ejemplo, hay que dar más becas de iniciación y llamar más proyectos en eso. No se aumenta la producción de la gente por pagarles unos pesos más a los que ya se dedican a algo, y no se convierte a filósofos en agrónomos, por decir algo simplista.
¿Cuál es aquí la especificidad de la herramienta? ¿En qué difiere de premios, salones, festivales y otros?
La idea es un apoyo complementario y diferente a lo que son salones o premios o fondos concursables, estos últimos muy parecidos a proyectos. Otra herramienta, más sistemática. No es sólo por la forma de aportar los recursos, mensualmente frente a una cantidad junta. Después de todo una persona ordenada puede convertir uno en otro; ya sea usar un premio durante un lapso largo o ahorrar el aporte mensual para una inversión. Un aspecto diferenciador ya nombrado es la perdurabilidad: si se adquiere un compromiso con un colectivo, y aunque todo se puede cambiar si la democracia lo quiere, hay una seguridad razonable de continuidad. Es más fácil decir, en cambio, que este año no hay determinado premio. La continuidad genera confianza y tranquilidad, condiciones espirituales deseables para la creación.
Es también, y sobre todo, que los criterios pueden ser distintos, en un caso por obra y en otro por trayectoria o incluso por expectativas. Por ejemplo, en un salón o en un Florencio se premia obra, aunque el corpus pese en el ánimo de algunos jurados. En un envío a una bienal o festival se elige obra o programa y se los calibra según el efecto que puedan causar en ese evento. En un sistema de artistas se atiende a trayectoria, expectativas, línea estética, originalidad, coherencia, formación de criterios o formación de personas. Y se debería juzgar no ya por obras presentadas sino visitando talleres, viendo puestas teatrales, películas, danza o lo que fuera, en el caso de artes escénicas incluyendo ensayos. O leyendo y analizando obra literaria. Se precisa un jurado que trabaje un buen tiempo.
Sería un excelente camino para el apoyo privado. Los privados que contribuyeran con fondos para acrecentar un sistema de artistas pasarían a la historia porque se genera un despliegue y una creación irreversibles y fecundos. Mucho más que con un evento esplendoroso.
Hace más o menos una semana se divulgó la lista de seleccionados en el nivel III, sobre la que oí juicios variados. Carencia de mujeres salvo en danza, edades, condiciones para actuar como asesores en la selección de otras personas, pertinencia de proceder en dos etapas dada la cantidad, interpretación del significado de formación (de pensamiento, sensibilidad, personas, público, distinción del concepto de docencia), cantidad y monto de los apoyos. Todo es atendible y todo es mejorable.
Muchas personas de las ciencias recordarán el Fondo Nacional de Investigación, predecesor del SNI. Varios recorrimos un difícil camino desde antes de 1998; se concretó después de ese año. Tomo esa referencia porque en 1998 fui electa Decana, y recuerdo las dos fases de trabajo desde distintos roles. Fue insuficiente, baste recordar que se votó en el Parlamento sin fondos, condicionado a las economías del Ministerio de Educación y Cultura. Incluso así fue más numeroso que el de artistas actual. Se siguió un mecanismo parecido para los niveles III. En el grupo inicial había una sola mujer, María Viñas, que ojalá hubiera vivido más y merece ser recordada. En la escasez, se actuó con generosidad. Y también hubo fuertes críticas.
Rememoro esto para hacer notar que son caminos largos. El SNI no fue lo primero que ocurrió en ese tipo de apoyos, tiene historia. Importa que se empiece, lo que merece saludo, aunque se empiece con poco. Importa muchísimo sembrar bien, para que el camino no se tuerza. Hay que criticar, escuchar las críticas y también hacer. Y aportar, además de un voto de confianza en que se maneje bien una herramienta nueva, la constante participación para hacerla crecer.
María Simón