Tras un cuarto de siglo, un medio de cambio
Ope Pasquet
09.09.2013
En una presentación organizada por la fundación Konrad Adenauer, el director de Cifra, Luis Eduardo González, le dio el respaldo de una encuesta seria a una percepción compartida por muchos observadores: si los partidos de oposición votan separados en las elecciones departamentales de Montevideo, no tienen prácticamente chance alguna de ganarle al Frente Amplio; pero si se formara un lema común que aglutinara a ciudadanos colorados, blancos y de otras procedencias, la elección montevideana se haría realment
Los números de Cifra dicen que, si las elecciones departamentales en Montevideo fueran hoy, 37% votaría al Frente, 18% votaría al Partido Nacional, y 9% lo haría por el Partido Colorado (saldo para indecisos, no contestan, etc.). Pero si se formara una coalición que agrupara a colorados, blancos y otros, el 44% la votaría, contra un 50% que no lo haría (6% de indecisos).
O sea: el Acuerdo por Montevideo permitiría pasar de una elección que en realidad es una homologación de las decisiones de la cúpula frenteamplista, a una verdadera competencia, de final abierto, por el gobierno departamental. Como hemos dicho y repetido varias veces estos días, el acuerdo no asegura el triunfo de la oposición, pero la falta de acuerdo sí asegura su derrota.
Una elección competitiva sería buena para todos. Para la oposición, significaría el estímulo incomparable de la posibilidad de triunfo. Al Frente Amplio lo sacaría de su "zona de confort" (con la consiguiente propensión a proponer heladeras, sabiendo que igual ganan) y lo obligaría a esforzarse más. A los montevideanos todos, les daría la oportunidad real de votar para elegir, y no sólo para homologar.
Crear las condiciones políticas que hagan que la elección montevideana sea realmente competitiva, es responsabilidad de los partidos de oposición. Su tarea no se agota en el control del gobierno departamental, ni en la denuncia de sus errores. En democracia, una función esencial de la oposición es la de constituirse en alternativa de gobierno, para que de esa manera la ciudadanía pueda efectivamente elegir. En el año 2015 Montevideo habrá vivido 25 años de gobierno frenteamplista. Después de un cuarto de siglo, es democráticamente indispensable que, así como los que quieren que Montevideo siga como está pueden votar al Frente Amplio para que así suceda, los que quieran cambiar para mejorar tengan también qué votar. El Acuerdo por Montevideo es el instrumento para cambiar.
Después de 25 años, la rotación de los partidos en el gobierno de Montevideo sería seguramente beneficiosa para la ciudad y sus habitantes. Nuevas miradas sobre los problemas de siempre, nuevos métodos para intentar resolverlos, un nuevo diálogo entre la Administración municipal y sus funcionarios, otro respeto por el sufrido contribuyente y vecino; después de un cuarto de siglo, hará bien romper la inercia y cambiar.
La mera posibilidad de cambios importantes genera temores; es natural que así sea. No es mi tarea tranquilizar al oficialismo, cuyo nerviosismo se expresa en burlas y alusiones peyorativas a los "rosaditos", los "fusionados", etc. Ante esos comentarios, el clásico "ladran, Sancho..." es respuesta suficiente.
Pero me interesa sí referirme a la preocupación de quienes sienten que el acuerdo para constituir el lema común, podría debilitar la identidad de los partidos fundacionales; yo no comparto ese temor.
Los partidos políticos no son fines en sí mismos, sino instrumentos al servicio de la ciudadanía. Su principal virtud es la de ser útiles para el logro de propósitos colectivos; nada les hace tanto daño como el ser percibidos como inútiles, como prescindibles, como irrelevantes. Cuando el votante estima que el voto por un partido determinado no tendrá incidencia real en la definición de las cuestiones que a él le importan, puede sentirse tentado a votar a otro partido que sí tenga posibilidades de incidir.
Eso, precisamente, le ha venido pasando en los últimos tiempos a ambos partidos tradicionales, pero principalmente al Partido Colorado, en varios departamentos del Interior. A falta de balotaje en las elecciones departamentales, la ciudadanía blanca y colorada no se sentó a esperar el acuerdo de las dirigencias y se lanzó a votar por quien le pareció que tenía mejores chances de ganar. Y fue así que en Maldonado, por ejemplo -y repárese en que nos referimos a la tercera circunscripción electoral del país- el Partido Colorado se quedó sin representación en la Junta Departamental en el anterior período de gobierno; en otros departamentos, el fenómeno indicado y la falta de representación proporcional en las Juntas Departamentales redujeron la bancada colorada a uno o dos ediles.
Ese es el daño a los partidos fundacionales que tenemos que evitar: el que resultaría del vaciamiento de uno de ellos -puede ser cualquiera, según las circunstancias- como consecuencia del desplazamiento masivo de los votantes hacia el famoso "voto útil". El lema común que se propone crear el Acuerdo por Montevideo, le da utilidad al voto por cualquiera de los partidos acuerdistas y multiplica su potencia, como la encuesta de Cifra lo demuestra.
Ope Pasquet