Ramón Fonticiella

27.10.2023

El peligro de no gestionar el riesgo

 

Cuando la pandemia asoló el país con fallecidos, CTI a punto de desbordar, economía postrada y familias castigadas, muchas miradas populares se dirigieron a los centros de estudio, sobre todo a los de alto nivel, con la esperanza que de ellos partieran alivios. Así fue, no sólo en los mayores estratos de estudio capitalino, sino también del pujante Centro de Estudios Universitarios Regional Norte (Salto y Paysandú) de la UDELAR. De sus departamentos especializados surgieron trabajos que beneficiaron a todo el país.

No sólo la biología alberga reservas en el CENUR del Litoral.

Cada vez que la necesidad lo requiere, sobre todo en los malos momentos, aparecen orientaciones, trabajos, propuestas a favor de la comunidad.

Tal lo que pasa en estos momentos en que el litoral está inundado. Técnicos universitarios, entregados a su vocación, emiten advertencias, guían y sobre todo previenen. Si bien son muchos los docentes y estudiantes que extienden a la sociedad la tarea universitaria, la nota de hoy estará apoyada en las expresiones de uno de ellos. Es una realidad, pero junto al arquitecto Osvaldo Sabaño, que mencionaremos acá, hay un importante equipo de profesionales entregados a construir ciudadanía en el interior profundo. Sabaño es docente universitario que también desempeña actividad política, y es en ese marco que ha abierto (una vez más), las ventanas para tratar de aliviar los castigos de posibles inundaciones. De una audición política del grupo frenteamplista RAICES, del cual es miembro, tomo su llamado a "gestionar el riesgo" de las inundaciones. Los conceptos que desarrollaré con la sencillez de maestro de escuela jubilado, parten de su exposición político académica.

El título parte de la conclusión de que si la sociedad, y sobre todo los gobiernos, no gestionan los riesgos, se corre peligro. Las catástrofes despiertan en la población amplios sentimientos de solidaridad; felizmente la sensibilidad hacia los que la pasan mal aparece, por lo menos en instancias críticas. Con el arquitecto concuerdo de que eso es bueno, pero también coincido con él en que para evitar los extremos es posible tomar previsiones.

Como salteño de toda la vida he visto bajar y subir al río Uruguay de manera increíble. Hace apenas un puñado de semanas el río mostraba las rocas de su lecho; hoy se ha metido en las casas más antiguas de la ciudad que ha cumplido 267 años, y en otras que no son tan viejas. Como hombre público me ha correspondido atender situaciones límite y procurar impulsar estructuras legales y urbanísticas, para tratar de que no volvieran a ocurrir. Seguramente casi todos los intendentes de Artigas, Salto, Paysandú, Rio Negro han tenido los mismos desafíos, pero lo vida es un ciclo imparable y la mente humana (de pobres y de ricos) es un laberinto difícil de entender. A cada solución propuesta, al poco tiempo siguen nuevas prácticas incorrectas. La "gestión del riesgo" resulta transitoria, infructuosa o decididamente superada por la realidad.

Me queda claro que la responsabilidad de evitar los peligros en las inundaciones es de los gobiernos, de las fuerzas sociales y en último caso de los individuos. Cuando un gobernante aterriza un plan de realojos, de previsión de construcciones, de territorios de reserva ambiental no puede vigilar su cumplimiento cuál gendarme. Puede avanzar en su período administrativo con políticas sustentadoras de la gestión de ese riesgo, pero ésta debe ser una conducta de estado para ese territorio. Los equipos administradores futuros deben continuar la tarea: mientras el río exista y el clima se deteriore, habrá peligro. Algunos años sin inundaciones, algunos votos a recoger haciendo vista gorda en edificaciones inadecuadas, uso incorrecto de millones destinados a cuencas (como la del Sauzal en Salto), rompen toda política de estado en gestión del riesgo.

He aprendido a no tratar con displicencia política el apego de los técnicos a las normas del territorio. No es posible violarlas por dos meses de empleo, no es razonable arriesgar salud ajena y gastos extraordinarios realojando familias a la carrera, cuando con acciones de estado serias y continuadas podría haberse evitado. Por decisión popular me tocó gobernar y sé que las medidas más adecuadas para la colectividad, no siempre son aplaudidas, no dan votos, tocan intereses, pero deben cumplirse. Es verdad que somos comunidades pobres, en el contexto general, que no podemos invertir en profundizar las mejores infraestructuras para gestionar las inundaciones, pero a veces se derrocha dinero en "obras vistosas" que el día menos pensado quedan tapadas por las aguas.

Sólo la legislación territorial y ambiental consensuada académica y políticamente, sostenida en el largo plazo, ahuyentadora de intereses mezquinos, puede dar una garantía de mínima solidez a la gestión de ese riesgo. Quienes han legislado como se ha hecho en esa materia en Uruguay, lograron bases de la mejor firmeza. Unos vientos coyunturales no pueden arrastrar esas normas como que fueran techitos de paja. 

Gobernar cuesta y deja poco en lo personal, porque es una acción hacia la población y no para satisfacer nuestros egos.

Bienvenida la solidaridad, que destacó el arquitecto Sabaño, pero no es la finalidad de un gobierno. El objetivo debe ser construir lo necesario para que la caridad no sea necesaria.

Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.


Columnistas
2023-10-27T04:27:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias