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11.12.2024

Conquistados sin un balazo

La caída del presidente "hereditario" de Siria , Bashar al Asad se dio como corolario de una larga y cruenta guerra civil. Si bien las instancias finales parecieron relampagueantes, debe recordarse los tristes tiempos de matanza en Alepo y otras ciudades, que desperdigaron refugiados por el mundo, incluído  Salto.

La conquista del territorio palestino por parte de Israel, ha sembrado miles de muertos, incluidos niños, ha destruido ciudades y campos de refugiados.

No mencionemos ninguna de las guerras de conquista de hoy y de ayer, en cuanto a balas, lanzas, sangre y víctimas. Sin embargo a nosotros nos han conquistado culturalmente sin un balazo.

Me siento un esclavo más del conquistador Papá Noel, quizás nacido en Asia Menor, hace unos 1700 años. Allí en Patara, ciudad de lo que hoy es Turquía, habría nacido Nicolás de Bari, después obispo cristiano de Mira, muy caritativo con los niños. Su  impulso de repartir las riquezas de sus padres fallecidos, su posterior muerte cercana a la Navidad y su santificación, crearon la primera parte de la historia. 

No soy esclavo porque crea en él ni le rinda ningún tributo, sino porque vivo en un mundo que él  (y Coca Cola) han conquistado, sin bombas ni balas: colonizando culturas. Llámesele San Nicolas, Sinterklaast (traducción holandesa llevada a Estados Unidos), Santa Claus, Bonhomme Noel (francés) o Papá Noel (u otra denominación), ha desplazado de nuestra cultura latina y cristiana a la verdadera Natividad con Jesús, María y José. Y a los Reyes Magos como míticos repartidores de juguetes. Para el consumismo siguen existiendo, pues también generan venta de regalos.

En nuestra frágil estructura social tercermundista, el "imperio consumista" ha entronizado a Papá Noel, vestido con los colores rojo y blanco que le inventó The Coca Cola Company en el siglo XIX. A finales de esa centuria la empresa estadounidense dio fisonomía actual a la mítica figura: lo vistió de rojo y blanco y todos los etcétera.

Ir hoy día contra Papá Noel, es como imponer la retención del celular a un niño: desatar un conflicto tan estéril como lastimoso e innecesario. No es mi intención, porque junto a padres y niños que lo esperan, se alinearán los comerciantes que explotan el capitalista consumismo; todos creyendo que generan felicidad genuina, aunque pueda ser sólo euforia. No es mi objetivo. Solamente pretendo que, por lo menos para quienes creen que existió un hombre (muy revolucionario) llamado Jesús, tengan en cuenta que la Navidad es la conmemoración del nacimiento de ese prócer, prohombre, pensador, profeta, que sembró el Amor en el Occidente del Mundo.

En la más histórica plaza de mi ciudad, desde hace años, la Navidad se conmemora con un gigantesco pino (hoy cibernético). En los sitios de atención al público (hasta los de medicina) se decoran con guirnaldas cubiertas de polvo blanco que semeja nieve, que la mayoría nunca vimos ni nos imaginamos qué tiene que ver con nuestro verano de 40 grados. Seguramente no tienen que ver con nuestros orígenes mayormente itálicos e ibéricos, sino con los muy gringos del Polo Norte y de los "states". 

Aunque nunca armé pesebre y me conformé con disfrutar el de los amigos o el de la iglesia, lo extraño en las presentaciones populares. Me hago la idea de que son como banderas arriadas ante el conquistador, que impone su señor gordo y bonachón con pinta de tomador de cerveza. Extraño los rostros sufridos de José y María caminando por la hoy destruída Palestina, para ir a censarse a Belén, montando ella un burrito. No reclamo la creencia de que en el vientre de María marchaba un Dios. Sólo procuro que no entreguemos esta preciosa prenda cultural latina: la de tener nuestras creencias culturales, con Fé o sin ella, pero defendiéndonos de otra colonización.

He gritado, seguramente en el desierto, como una llovizna en la arena, pero siento que he refrescado el aire de todos los que quieran respirar...

Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante