Desmontar la inflación, lo encubierto

Roberto Sansón Mizrahi

13.03.2023

La inflación se presenta como indomable y no lo es. Desmontarla o reducirla a un bajo nivel es posible siempre y cuando se tomen medidas que también encaren causas que permanecen encubiertas. Vale explicitar la naturaleza de esas causas y la identidad de quienes las mantienen encubiertas.

Muchos sostenemos que la inflación es un fenómeno multicausal, es decir, que varias causas convergen para generar la inflación. Algunas causas generan y otras impulsan la inflación. Hay causas políticas, económicas y sociales que se condicionan entre sí, pero lo crítico es que hay causas que se reconocen abiertamente y otras que se mantienen encubiertas. Si no se encarasen las causas encubiertas será muy difícil desmontar la inflación. De esto tratan las líneas que siguen.

Sin abandonar la noción que la inflación es un proceso complejo multidimensional, puede ayudar diferenciar niveles explicativos y consecuentemente de intervención. Uno de esos niveles es el de las variables macroeconómicas, otro nivel refiere a cómo se estructuran y funcionan los mercados (la meso economía), un tercer nivel que no abordamos en este corto texto hace a las fuerzas que reproducen la inflación, entre otras las expectativas que se inseminan en los actores por razones espurias.  

Vale recordar que los actores actúan defendiendo intereses materiales junto con una mezcla de reacciones identitarias, valorativas, ideológicas, una cambiante diversidad de motivaciones al momento de tomar decisiones.

Causas a nivel macroeconómico

Algunas de las causas más significativas en este nivel refieren al ordenamiento de las cuentas públicas, a los montos de la emisión monetaria y a una estabilidad cambiaria que asegure disponibilidad de divisas para evitar graves estrangulamientos del sector externo. A estas causas agregamos otra crítica causa que condiciona a las demás y, no por casualidad, ciertos sectores procuran encubrirla, el drenaje delictivo de una parte muy significativa del ahorro nacional.

El ordenamiento de las cuentas públicas 

Con frecuencia ocurre que los gastos públicos superan los ingresos fiscales, generando situaciones de déficit fiscal. La presión para que el Estado provee infraestructura social y productiva contrasta con recursos que no son infinitos. Esa tensión se agrava cuando vemos de dónde provienen los ingresos y cómo se aplican a través del gasto público.

Los principales ingresos provienen de los impuestos y las contribuciones de mejoras que recauda, de aportes de empresas públicas superavitarias y del endeudamiento soberano que se contrae en moneda local o en divisas. Veamos que suele ocurrir en esa cadena de variables y en el tipo de soluciones que suele imponerse.

A nivel de los ingresos públicos, la estructura prevaleciente es altamente regresiva, es decir que el peso de la recaudación recae sobre los sectores medios y populares. Algo inaudito pero real, los ricos pagan proporcionalmente menos que los demás. Esto no sucede por casualidad sino por el designio político de los dominadores de bloquear los intentos de establecer una estructura impositiva progresiva. De esta forma aseguran que no se afecte la concentración de la riqueza por más que aumente la inequidad de duras desigualdades. Resolver esta situación es un desafío esencialmente político.

A su vez, el gasto público suele presentar inaceptables injusticias a favor de sectores de altos ingresos. Si es necesario que el Estado provea infraestructura productiva que favorece a los que más tienen, en esos casos debe cobrar la contribución por mejoras que establecen las leyes. De igual modo, si se otorgan subsidios a grandes proveedores de servicios es crítico verificar que no existen entramados encubiertos que falsean los montos y la necesidad de los reclamos. Si esas partidas desapareciesen o se redujesen como corresponde, el gasto público podría cubrir más extensamente las necesidades de sectores medios y populares, asegurando siempre efectividad y transparencia en su ejecución. He aquí otro desafío de naturaleza política con respaldo técnico de quienes ayudan a estructurar el presupuesto nacional.

Como los poderosos impiden mejorar la estructura de ingresos y de gastos públicos, el tipo de soluciones que imponen para resolver un déficit fiscal termina siendo ruinoso para el país. Se concentran religiosamente en reducir el gasto público que atiende a los sectores medios y populares (educación, salud, seguridad social, cuidado ambiental, entre otros) y, como eso suele ser insuficiente fuerzan el endeudamiento del Estado, una solución que si es ocasional puede ayudar, pero si se repite pagando intereses y refinanciando el monto de la deuda, produce un peligrosísimo desbarranco, precipitar el sobre endeudamiento soberano. Lejos de ser una solución, condiciona severamente la soberanía nacional, la asfixia, ya que en lugar de adoptar decisiones a favor del país los acreedores imponen medidas que les asegure cobrar sus acreencias reproduciendo el sometimiento financiero. Otro resultado urdido por perversas decisiones políticas.       

La emisión monetaria

En el seno de estas tensiones y conflictos opera la emisión monetaria para cerrar las brechas que no son encaradas con mejores ingresos y gastos, la más genuina forma de encarar un déficit fiscal. La creación de moneda local es necesaria en un cierto nivel para acompañar e inducir un sostenido crecimiento, Sin embargo, pasado ese nivel una emisión desmedida tiende a aumentar las tensiones inflacionarias. No sorprende que el neoliberalismo jerarquice religiosamente a la emisión monetaria como la principal causa inflacionaria, aunque la experiencia histórica muestre muchos casos donde fue reducida la emisión a casi cero y la inflación persistió o incluso aumentó.

Como fuere señalado, la inflación es generada por múltiples causas, particularmente por las que se mantienen encubiertas por designio de poderosas minorías orientadas a favorecer sus intereses a expensas de los demás. Esconden en argumentos ideológicos razones que son indefendibles a cielo abierto.  

La estabilidad cambiaria para evitar estrangulamientos del sector externo

Otro crítico factor es asegurar cierta estabilidad cambiaria. Fuertes devaluaciones del tipo de cambio tienen un efecto inflacionario porque incrementan el costo de bienes y servicios importados y producen diversos reajustes en muchos otros precios, aunque pocas veces en salarios y otras remuneraciones de sectores medios y populares. En las siguientes líneas veremos como esto se produce en el contexto de un enorme drenaje delictivo de excedentes y en estructuras altamente oligopólicas de los mercados.

Sin abordar soluciones de fondo, los márgenes de acción se reducen significativamente forzando devaluaciones de la propia moneda para favorecer a los exportadores y, en algún grado, contener las importaciones. Estas medidas hacen parte de políticas de ajuste que castigan a los sectores medios y populares provocando recesión o un fuerte retraimiento del ritmo de crecimiento con cierre de empresas y pérdida de empleos.  

También aparecen otras causas inesperadas como la pandemia de Covid y las guerras en Ucrania y otros lugares que trastocan los canales de provisión de bienes, insumos y energía con serios efectos sobre precios y disponibilidad comercial. Países que cuentan con pocas reservas de divisas sufren más duramente los negativos impactos sobre su estabilidad cambiaria.

El drenaje delictivo de gran parte del ahorro nacional

Lo primero a señalar es que el drenaje delictivo de recursos es enorme y permanente. Drenaje que se realiza utilizando diversos mecanismos, casi todos ilegales. Entre los más significativos, la evasión o la elusión impositiva, y la manipulación delictiva del comercio exterior que derivan en la fuga al exterior de esos recursos mal habidos.

La evasión y elusión impositiva se realiza con la asistencia de expertos y la complicidad de funcionarios responsables del control impositivo y de regular el comercio exterior, junto con cierta parte del sistema financiero.

En materia de comercio exterior el mayor drenaje se materializa entre corporaciones y sus subsidiarias o empresas asociadas. Las corporaciones sub facturan exportaciones y sobre facturación las importaciones al vender o comprar a sus asociados de modo de reducir ganancias sujetas a cargas impositivas. Son acciones sancionadas por las leyes vigentes, pero las realizan con casi total impunidad. Los delitos que se descubren son muy pocos y las multas aplicadas ínfimas en relación al tremendo drenaje de recursos que realizan y continúan haciendo. Otras modalidades utilizadas con la finalidad de evadir impuestos refieren a realizar salidas o entradas no registradas de productos, y a efectuar pagos de honorarios por servicios no realizados o aumentados falsamente.

Excelentes investigadores han estimado la magnitud de estos delitos e identificado quienes los realizan. Sin embargo, el enorme drenaje sigue desangrando pueblos que son quienes sufren los nefastos efectos de los enormes robos "de cuello blanco" que esterilizan una alta proporción del ahorro nacional. Si se cerrase ese drenaje, ese flujo de recursos podría dedicarse como genuina solución a ordenar las cuentas públicas reduciendo o eliminando el déficit fiscal, para contener una descontrolada emisión monetaria ya que se dispondría de otra importante fuente de recursos y para reforzar la estabilidad cambiaria al evitar fugas que se hacen siempre en divisas y nunca en moneda local. En definitiva, cortar ese drenaje ayudaría a desmontar buena parte de las causas inflacionarias sin castigar a sectores medios y populares.

Siendo así, cabe preguntar por qué no se encaran estas ruinosas causas encubiertas de la inflación. Otra vez la misma respuesta: hay una colusión política que impide adoptar una firme intervención que asegure justicia, equidad y sustentabilidad al desarrollo.

Causas a nivel de la estructura y funcionamiento de los mercados

La estructura y funcionamiento de los mercados puede encararse en dos frentes principales: el de la matriz productiva de un país y el de sus principales cadenas de valor.

En países no centrales, colonizados formal o informalmente, la matriz productiva se fue conformando por múltiples decisiones de inversión que se adaptaban a políticas impuestas por los centros de poder. Ese juego de fuerzas geopolíticas nos llevó a ser principalmente proveedores de productos primarios e importadores del resto (aquello que producían quienes colonizaron al mundo). A medida que crecía el mercado interno nacieron industrias para atender el consumo de emergentes sectores medios y amplios sectores populares. Esas industrias importaban sus bienes de capital y sus principales insumos con precios relativamente más altos que los de los productos exportados y, en buena medida, lo siguen haciendo, pero con un cambio trascendente. Mientras que en un principio eran pequeñas empresas locales, con el tiempo fueron desplazadas por otras empresas subsidiarias o asociadas con grandes corporaciones internacionales que condicionaron las compras de bienes de capital, insumos y remesas de utilidades a las necesidades y estrategias de sus casas matrices.

Esa racionalidad de los grandes conglomerados no se compadece con las posibilidades de la economía local y las necesidades de las mayorías poblacionales. Se consagró una matriz productiva intensiva en importaciones y dependiente de decisiones adoptadas en otras latitudes. El Estado detenta poca capacidad de influir sobre qué se invierte y mucho menos cuándo, cuánto y donde se invierte. La matriz productiva se reproduce al ritmo y en la dirección de decisiones privadas que ignoran o se desentienden de los impactos que sus inversiones tienen sobre el conjunto de la economía. Esto conduce a que se presenten recurrentes situaciones de inestabilidad sistémica, como cuando las divisas disponibles no alcanzan a satisfacer demandas para importar bienes, servicios y remitir ganancias a casas matrices, los temibles estrangulamientos de sector externo. El sistema económico entra en crisis y queda a merced de soluciones que no defienden los intereses del conjunto sino de grandes conglomerados económicos que de todos modos acumulan lucros. Muy distinto sería si el gobierno fuese sustentado por una firme coalición política orientada a transformar con pasos firmes y cautos la estructura de la matriz productiva. Lo político vuelve a ser determinante.

El otro frente de intervención hace a la estructura y funcionamiento de las principales cadenas de valor. Estas cadenas productivas están conformadas por empresas líderes, medianos y pequeños proveedores, quienes consumen o utilizan sus productos y el Estado que les provee de diversas infraestructuras productivas. La estructura de esas cadenas termina siendo altamente heterogénea, las empresas líderes concentran los beneficios y el resto acompaña perdiendo parte del valor que les pertenece.

Ciertas cadenas de valor controlan los mercados en que operan, son oligopolios con poder de fijar precios y condiciones comerciales. En fases inflacionarias aseguran sus lucros con permanentes remarcaciones, con frecuencia más allá de la tasa de inflación.  Esto agrega presiones para que los demás actores ajusten como puedan sus precios y la inflación no se detenga o disminuya. Es una ruinosa pugna distributiva donde salen airosos los más fuertes.

Esto puede controlarse con intervenciones que regulen la distribución de resultados al interior de cada cadena de valor y los precios finales a sus consumidores. Una opción complementaria es reforzar otras cadenas de valor. Así en materia alimentaria pueden promoverse cooperativas que potencialicen la agricultura familiar de cercanía o, en lo textil asociaciones de pequeños productores y comercializadores.

En todo caso, en este espacio meso económico también lo político es determinante. 

En conclusión, vemos que existen importantísimas causas encubiertas que explican la génesis de los procesos inflacionarios. Está lejos de originarse en la emisión monetaria, aunque pueda ser un factor que agrega presiones adicionales. No es casualidad que las causas encubiertas estén relacionadas con decisiones políticas que tienden a sostener el proceso concentrador de la riqueza y el poder decisional que prima en los países y en el mundo entero. Encarar esas causas hoy encubiertas es un crítico desafío que no puede abordarse con técnicas económicas. La decisión transformadora es en esencia de naturaleza política, no nos engañemos, los tecnicismos económicos vienen después para implementar las estrategias adoptadas.   

Roberto Sansón Mizrahi
2023-03-13T06:21:00

Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar