Porque China y Rusia son una amenaza para el mundo
Ruben H. Díaz
De todo corazón felicite nada menos que al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de China, en Pekín, por la forma en que su régimen había reprimido la manifestación de Tiananmen. Puede ser despiadada mi observación, lo comprendo, pero voy a explicar la razón.
Estaba allí integrando una visita oficial de carácter presidencial. Año 1997. Como presidente de la Administración Nacional de Puertos, mi papel en el evento era bien secundario. Mi presencia era para acompañar al ministro de Relaciones Exteriores de la época, en la firma de un acuerdo entre los Puertos de Montevideo y Shanghái.
En esas circunstancias, en la cena de honor que dio el presidente de China, en una mesa cercana a la principal me toco que por los anfitriones estaba el comandante en jefe de las fuerzas militares de ese país. Allí exprese un concepto laudatorio sobre la represión de la plaza de Tiannanmen. Por Uruguay se encontraba el Tte. General Raúl Mermot, comandante del Ejército, Roberto Asiain, hoy fallecido, exlegislador y entrañable amigo en lo personal y uno de los edecanes del presidente.
Muchas veces pienso en ese mundo, que crecía y mejoraba su nivel de vida, y el de hoy. Entonces China tenía un desarrollo portentoso, y arrastraba tras de sí a la sociedad global. Todos admirábamos, y nos maravillábamos de la evolución del gigante asiático. La otra región que se observaba con interés y admiración era el Mercosur. Entonces, nos podíamos sentir, y lo viví con mucha alegría, orgullosos del Mercosur. Dos excelentes gobiernos en Argentina y Brasil abrían la economía y buscaban, con éxito, vincular la región al mundo. Me refiero a Enrique Cardozo en Brasil y Saul Menen en Argentina. Luego vendrían los populismos y hoy vemos lo que eso significo, a través de las Administraciones de Lula y Bolsonaro, por un lado, y el peronismo Kirchnnerista por otro.
Deng -el padre de la apertura en China- se murió sosteniendo algunos conceptos bien interesantes. Los manifestó principalmente a jefes de Estado que visitaron su país en los últimos tiempos de su existencia. En lo sustancial, afirmaba que Gorbachov era un "ruso bien intencionado, cosa difícil de encontrar". Que había cometido un error muy importante. "Hacer la reforma económica y política a la vez es una gran equivocación. Una precisa estabilidad, la económica, la otra genera caos y confrontación. Así la reforma política se come a la reforma económica". Terminaba el concepto con una sentencia: "nosotros estamos haciendo la reforma económica. En su momento, de acuerdo con nuestros tiempos, haremos la política". Sin duda una referencia a la historia milenaria de su país.
En este momento estoy terminando de leer una biografía de Xi Jinping de Stefan Aust y Adrian Geiges, que me permite reordenar mi pensamiento y darle un sentido al cambio tan complejo que sufrió China. Hace treinta años generaba su progreso esperanza, ahora ansiedad y temor. Xi Jinping como todo el comunismo emergente del régimen soviético, es un autoritario con cierta inquietud hacia la problemática social. Tiene solo un aspecto que lo diferencia y lo hace todavía mas complicado, su devoción por Confucio.
Deng fue un reformista al que no le tembló el pulso cuando tuvo que provocar once mil muertos en una noche. Con ello salvo la reforma económica. Aseguro la paz en el mundo, por veinte años más. Era razonable pensar que China, si tenía suerte con el capitalismo, que lo tuvo y mucho, se encaminaría en su reforma política al régimen que le corresponde, el democrático.
Eso no aconteció. Seria bueno recordar alguna de las singularidades que caracterizan a China para entender todo esto. China es el país o la región que desde que existe una estructura social humana tuvo el liderazgo por más tiempo. No menos de mil quinientos años. Esto cambio, sin duda, cuando Colon descubrió América. En los últimos ochocientos el éxito se concentró en Europa. Hasta entonces en China se vivía mejor y en materia de investigación científica estaba en la vanguardia. El centro de poder estaba allí. En ese momento, en China ocurrió un hecho definitivo, los dos grandes centros de poder se enfrentaron y uno obtuvo un poder decisivo. El emperador, gobernaba a través de los eunucos, cuya lealtad esta impuesta por razones que se comprenden. Manejaban la armada y el comercio. Obviamente no tenían descendencia. Los mandarines eran los señores en las regiones. Los eunucos tuvieron una armada que recorrió el mundo. Su derrota termino con la presencia comercial de China fuera de fronteras. Que era de alguna manera planetaria, pero se expresaba fundamentalmente a través del Océano
Indico y la ruta de la seda, que se corto con la peste negra.
China se replegó y Europa se expandió en ese mismo momento. Ahora ocurre el proceso inverso. Europa se repliega. Estados Unidos también. China vive un proceso de expansión igual que Rusia
Estamos en un momento bien complejo. Es evidente que Oriente y Occidente vuelven a enfrentarse. Si la confrontación se realiza, no habrá vencedores. Habrá sobrevivientes. Si se produce en lo inmediato, el mayor desarrollo tecnológico de Occidente puede marcar una diferencia. A mediano plazo, si Rusia y China terminan de armarse, será su mejor oportunidad. Si el enfrentamiento se posterga, Oriente no tendrá ninguna posibilidad. El armamentismo por su alto gasto ocasionará una crisis social que provocará una implosión. Algo parecido a lo que le ocurrió al régimen soviético. Nada alentadora, por cierto, la situación del mundo. Es lo que nos toca.
Ruben H. Díaz
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias