Fuera de lugar
Soledad Platero
24.08.2012
La Real Academia Española admite el uso de la expresión “desubicado, da” para referirse a una persona que “no se comporta de acuerdo con las circunstancias y hace o dice cosas inoportunas o inconvenientes”.
Una serie de eventos desafortunados acontecidos en los últimos días nos puede servir para ilustrar hasta qué lejanas costas puede llevar el desubique. Todo comenzó con la participación de diversas autoridades, políticos y empresarios en la celebración de los 75 años de la empresa CUTCSA, baluarte del transporte urbano de pasajeros en nuestra capital. La ceremonia incluía la presentación de un sello conmemorativo emitido por el Correo nacional como forma de reconocimiento a la empresa.
En esa oportunidad, y tal como ha sido informado por toda la prensa, la presidenta en ejercicio del Correo, Solange Moreira, se excedió en el uso del tiempo previsto para su alocución, lo que motivó que fuera interrumpida delicadamente (y sin éxito) por el conductor del evento, Fernando Vilar. La insistencia de la jerarca en seguir hablando fue respondida por el público presente con visibles gestos de incomodidad, resoplidos y miradas molestas. Muchos se fueron yendo en forma ostensible, como para dejar claro que la señora estaba siendo francamente irrespetuosa con el tiempo ajeno. Finalmente, el esfuerzo simultáneo del conductor y la platea (una complicidad espontánea, de esas que a veces surgen en donde hay mucha gente) puso punto final al discurso de Moreira, y el presidente Mujica pudo subir al estrado y estampar el matasello con que el Correo estaba homenajeando a Cutcsa por su aniversario.
El bochornoso episodio fue mencionado por casi todos los medios de prensa nacionales, levantado en los programas de televisión como si fuera un blooper, y fue motivo de chistes en varios ámbitos. No faltó quien sugiriera, con indignación, que se le pidiera la renuncia a Moreira, por desubicada. Pero lo más sorprendente ocurrió pocos días después: el señor Juan Salgado, presidente de Cutcsa, no tuvo mejor idea que devolver el matasellos "en solidaridad con las dos mil personas" que asistieron al acto, y en particular "con el presidente Mujica, que no pudo hablar por la falta de delicadeza de esta señora".
Uno no sabe por dónde empezar a desenredar esta madeja de disparates. Si ya es difícil digerir que la plana mayor del gobierno y los líderes de todos los partidos políticos estén haciendo acto de presencia en la ceremonia de una empresa privada, si es difícil asumir como natural que el correo emita un sello de homenaje a ese aniversario, si es raro que una autoridad, aunque sea interina, no entienda que debe largar el micrófono ¿qué decir del gesto de Salgado, rechazando el honor en nombre de la defensa del Estado y la ciudadanía?
Algunas veces, expresiones literales como "fuera de lugar" son imprescindibles. En el episodio de los 75 años de Cutcsa, todo estuvo fuera de lugar. Pero ese desplazamiento se produce a lomos del discurso de la "responsabilidad social" de las empresas (algo que Moreira quería señalar, aparentemente, cuando fue definitivamente cortada por la mala onda de los presentes en el acto), cuya legitimación parte de la voluntad del Estado de retirarse de los lugares en los que debería estar y de las tareas que debería cumplir. Suponer que las empresas colaboran solidariamente con la comunidad sin esperar nada a cambio es, más que ingenuidad, ceguera. Las empresas son máquinas de producir ganancias, y toda acción, sea comercial o social, les reporta un beneficio que, más tarde o más temprano, es económico. Y observarlo no equivale a discutir la legitimidad del afán de lucro, sino a discutir la pertinencia de un lucro obtenido en nombre de la solidaridad. Y a discutir la pertinencia de los agradecimientos y prebendas que el Estado concede a quienes van ocupando esos lugares que el propio Estado abandonó, o quiere abandonar.
El solapamiento entre el ámbito público y el privado, entre el interés social y el comercial, entre las necesidades de la economía y las obligaciones de la política tiene como correlato una incultura cívica cada vez más generalizada. Los modestos ciudadanos ya no sabemos bien si enojarnos con Moreira por desmesurada, con el Correo y con Mujica por obsecuentes o con Salgado por atrevido. Todos parecen adolecer de un desubique mayúsculo, inaudito, sólo comparable con las declaraciones políticas hechas a través de twitter o con las piñas entre legisladores en plena sesión de la Cámara.
Pero de todos modos, el agua no llegó al río. En la sección de Humor de La Diaria de este viernes (p. 9) El Faro del Final del Mundo se refiere a la devolución del matasellos por parte de Cutcsa, pero aclara que "el permiso para construir el shopping" no lo devuelven "por cortesía". Corteses o no, en Cutcsa saben bien, seguramente, que una cosa es mandarse un desplante con Solange Moreira y otra muy distinta es fruncir la nariz ante un permiso municipal para un proyecto de semejante envergadura. Al fin y al cabo, la Intendencia no tiene por qué andar pagando el desubique del Correo. El abecé de la vida en sociedad consiste en saber dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Soledad Platero
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias