Israel, Palestina y un tipo que yo vi una vez
Soledad Platero
18.11.2012
“Mirá lo que me hacés hacer; sabés que no me gusta pegarte”, le decía un tipo a su mujer, a la que acababa de darle un bife en plena calle. No es raro que la violencia sea achacada a la víctima. Al contrario: la mayoría de las veces quien recibe el golpe debe hacerse cargo de haberlo causado, así como de las consecuencias que el acto tenga para el agresor (sea un vago sentimiento de culpa, mala fama en el barrio o la detención en una comisaría).
Los argumentos que instalan en la víctima las causas de la violencia pueden expresarse de muy diversas maneras, pero todas soslayan lo fundamental: el hecho de que quien ejerció la violencia pudo no haberla ejercido, pero decidió seguir adelante.
En estos últimos días, cuando en casi todos los medios es noticia la muerte de civiles palestinos a manos de las fuerzas de seguridad israelíes, vuelve a escucharse un estribillo que ha sonado también en otras latitudes, y que ha sido entonado por otras voces: los civiles mueren porque los terroristas se esconden entre ellos para hacer sus maldades. Así, la muerte de los niños palestinos no debe achacarse a las fuerzas armadas de Israel, sino a sus propios padres, que no supieron protegerlos; o a sus vecinos, que dieron cobijo a los terroristas; o a los terroristas, que en una muestra más de su inconmensurable ruindad elijen para esconderse las guarderías o las fiestas de cumpleaños.
Claro que Israel no es el único Estado en el mundo que usa argumentos de ese tipo. Los aviones no tripulados enviados por Estados Unidos suelen matar civiles en Pakistán, Yemen, Afganistán y Somalia, no porque estén librando una guerra contra las poblaciones civiles de esos países (en rigor, ni siquiera están en guerra con esos países) sino porque los pérfidos terroristas se ocultan entre la población civil para protegerse (lo que, vistos los resultados, prueba que además de pérfidos, son estúpidos).
Suponer que para terminar con un enemigo que se esconde en una escuela se justifica atacar la escuela (con los niños adentro) es tan inconcebible para cualquier persona civilizada que hasta el día de hoy se recuerda con horror la masacre de la escuela de Beslán, en Rusia, en la que, en setiembre de 2004 murieron más de 170 niños, muchos de ellos, presumiblemente, como consecuencia de las acciones de las fuerzas de seguridad rusas que buscaban salvarlos de sus secuestradores.
Claro que Israel no está tratando de salvar a los niños palestinos cuando dispara sobre Gaza su fuego selectivo orientado a la destrucción de milicianos de Hamas. Está, simplemente, protegiéndose de los ataques que Hamas lanza desde Gaza sobre Israel. O eso dice. Está protegiéndose de los ataques de un grupo armado que opera en un territorio que, aunque tiene un gobierno elegido democráticamente por sus ciudadanos, no tiene fuerzas armadas, porque aún no ha obtenido el estatuto de Estado. Un estatuto que viene reclamando desde hace años y que la mayoría de las naciones, según parece, está dispuesta a reconocerle. Con la excepción, claro, de Israel. Y la de Estados Unidos.
La lógica militarista es demencial para casi todo el mundo, pero al mismo tiempo es de una coherencia férrea e indestructible: supone llevar adelante cualquier acción que se estime necesaria para evitar el avance del enemigo. Y su inapelable razonabilidad radica en que si el enemigo, efectivamente, no avanza, se deberá, seguramente, a que las acciones emprendidas se lo impidieron. Y si, en cambio, avanza, quedará demostrado que las acciones han sido insuficientes y por lo tanto habrá que incrementarlas. En ese esquema no hay lugar para cuestionarse la pertinencia de expresiones como "enemigo", "acción" o "avance". Es una lógica unidireccional y autorreferente que no permite vacilaciones.
En las últimas horas el gobierno israelí anunció que está dispuesto a incrementar la potencia bélica sobre Gaza e incluso a ocupar el territorio (algo que, viendo la evolución histórica del mapa de la región podría hasta provocar la risa, pero en estas circunstancias, cuando sabemos que cuatro niños palestinos acaban de morir hoy mismo como consecuencia de los ataques israelíes, no deja espacio para el menor sarcasmo) si Hamas no cesa el ataque con misiles. "Estamos pagando un alto precio a causa de Hamas y las organizaciones terroristas", dijo, según esa agencia, Benjamin Netanyahu ante el consejo de ministros. Y sí: el precio debe ser alto, seguramente. Pero por lo general, cuando los ricos pagan es porque los pobres les vienen subsidiando los costos desde hace rato. Y hay que reconocer que en este esquema está bastante claro quiénes son los ricos y quiénes los pobres.
Soledad Platero
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias