Vivir sin miedo. Fernando Gil Díaz
20.03.2025
Lamentablemente el tema de la seguridad pública sigue siendo el principal problema que preocupa a los uruguayos. Ya no se trata de un problema exclusivo de los gobiernos del Frente Amplio pues pasó el gobierno multicolor de Lacalle Pou y lejos de mejorarse, empeoró sustancialmente.
Con un triste récord de homicidios desde que hay registros y un nivel de violencia superior inimaginable, los que prometieron terminar con el recreo han dejado la peor huella de su paso por el gobierno. El miedo se apoderó de los barrios del país, dejando de ser un problema exclusivamente metropolitano.
En el último período frenteamplista los desalojos exprés -que tuvieron a Los Palomares en el centro de la agenda- dieron la tónica de una práctica criminal que empezaba a mostrar su peor cara. Bandas locales que se disputaban territorios, imponían sus reglas a la fuerza a vecinos víctimas de lanzamientos ilegales a fuego y miedo.
Los operativos "Mirador", que dispuso la administración de Eduardo Bonomi y tuvieron la figura de Gustavo Leal al frente, dieron mucho paño para que los medios difundieran el trabajo interinstitucional que recién pudo aplicarse casi al final del período. Una idea que estuvo desde la génesis de los primeros operativos de saturación en Chacarita de los Padres, pero que no tuvieron el acompañamiento del resto del Estado, y quedaron -exclusivamente- como intervenciones policiales poco efectivas. Aquella integralidad originalmente pensada entonces, es hoy uno de los principales puntos focales para una gestión que asume los lineamientos descritos en el programa de gobierno frenteamplista.
Por aquellos días, la espectacularidad de la demolición de construcciones irregulares que servían de refugio para la actividad criminal, dieron motivo a ríos de tinta para intentar explicar un fenómeno nuevo que imprimía temor a los habitantes de determinados barrios donde el crimen se organizaba para afincarse a fuerza de amenazas y plomo.
Aquellos operativos fueron advertidos meses antes por el propio Bonomi en su discurso del Día de la Policía en Plaza Independencia, pero el aviso pasó desapercibido para muchos que recién tomaron nota cuando se produjo el primero de muchos operativos en Los Palomares, con Leal y un grupo interinstitucional del que participaron los ministerios de Vivienda, Desarrollo Social, Interior, Intendencia de Montevideo, Municipio local, UTE, OSE, etc.
Aquellos miedos, estas respuestas
Aquel miedo, impuesto a los vecinos, tuvo como respuesta inmediata la intervención del Estado para dar abrigo y devolver la tranquilidad perdida a las familias desalojadas.
Hoy, asistimos a los mismos miedos de entonces con el agravante de un nivel de violencia superior que ha sobrepasado límites impensados y violado códigos antes respetados entre los propios grupos criminales. Así lo demuestran los homicidios de niños en brazos de los destinatarios de los ataques, víctimas inocentes que estaban en el lugar (y en los brazos) equivocado(s).
Miedo que se apodera de los vecinos de cualquier rincón del país, ya que el problema abandonó -hace ya mucho tiempo- la frontera metropolitana para derramarse a lo largo y ancho del territorio, sin restricciones.
Consecuencia inevitable de haber subido de nivel, dejando de ser un país de tránsito para ser uno de acopio de la droga, principal protagonista de los también principales problemas de inseguridad que sufre nuestra población.
Las balas contra edificios o casas son hechos recurrentes en varios barrios de la capital, pero no son exclusivos. Los incendios, tampoco. En Tacuarembó una familia vive bajo amenaza, al igual que la escuela que fue incendiada no hace mucho tiempo.
Deterioro de una realidad que fue alterada de la peor manera y que deberá recuperar su tranquilidad con inteligencia, audacia y mucha paciencia. Así, al menos, se lo plantean las nuevas autoridades que apuestan por profundizar intervenciones en los territorios con la Policía Comunitaria, primer eslabón de una seguridad que mejore los vínculos con la ciudadanía y empodere a los vecinos organizados.
Los barrios están sufriendo apagones inexplicables que podrían tener su origen en esas señales de ocupación territorial que hay que frenar antes que crezcan. Acciones de vandalismo dejan sumido a muchos barrios en la oscuridad más absoluta y ante ello es imperioso que haya una rápida respuesta que desgaste cualquier intento de dominio ilegal por parte de quienes pretenden hacerse dueños de las calles del barrio. No importa de cuál, porque esto se repite a nivel nacional y es imperioso detenerlo.
Juntos y fuertes
Ante el miedo solo corresponde unirse colectivamente y reclamar la intervención del Estado, porque es el único que tiene las herramientas para enfrentar a un enemigo oculto que intenta robarnos la tranquilidad.
El miedo paraliza y como no estamos dispuestos a inmovilizarnos, apostamos por estar presentes y ser parte de la solución, aceptando el rol que nos corresponde como ciudadanos. Siempre en colectivo, porque en la unión está la mejor fortaleza, siempre.
Vivir con miedo es hoy una triste realidad en algunos rincones que pujan por hacer de esa condición su principal instrumento de poder. Un poder que se desvanece y pierde fuerza cuando la ciudadanía se hace presente y se derrama en servicios y actividades que ocupan los territorios. Al miedo se lo combate juntos, con solidaria organización y activa participación del Estado como escudo. Acciones, todas, que se traducen en más y mejor convivencia.
El miedo es un mal compañero de viaje, impedirlo es una cuestión de Estado y en eso tenemos que estar todos de acuerdo.
el hombre se juntó con el vecino,
el perro ladraba una convocatoria...
Fernando Gil Díaz