LA ECONOMIA EN NUESTRAS VIDAS
El desempleo, la principal preocupación de los uruguayos. Entrevista con Gonzalo Zunino.
11.10.2021
MONTEVIDEO (Uypress) - La situación laboral en nuestro país está atravesando circunstancias complejas y está teniendo importantes repercusiones sobre las condiciones de vida de la gente. Las dificultades para encontrar empleo, sobre todo de calidad, ap arecen como el tema que más inquieta a las familias uruguayas. De hecho, la desocupación surge como la principal preocupación de los uruguayos en todas las encuestas y en cualquier conversación.
Los problemas de corto plazo, en buena medida atribuibles a los devastadores efectos económicos y sociales que ha dejado la pandemia del Covid-19, conviven con tendencias de más largo aliento que tienen que ver con el futuro del trabajo en un mundo sometido a un intenso proceso de cambio tecnológico y al surgimiento de nuevos vínculos laborales. Esto representa un desafío mayúsculo para los responsables de las políticas económicas. Es precisamente por estas razones, que hemos elegido este tema para dar inicio al ciclo de "La economía en nuestras vidas" en que desde Uypress pretendemos ayudar a comprender mejor los problemas que aquejan a nuestra población.
Entrevista con Gonzalo Zunino (*)
¿Cuál es la evolución previsible del empleo y el desempleo en nuestro país en el futuro inmediato y a medio plazo?
El nivel de empleo está ligado íntimamente a lo que ocurra con el nivel de actividad económica, sin embargo, la relación entre la producción y el empleo no puede considerarse como algo mecánico, por lo que no deberíamos esperar que la generación de puestos de trabajo se vaya expandiendo al mismo ritmo en que se recupera la actividad. Luego de la fuerte contracción del PIB ocurrida en 2020, la economía viene transitando un paulatino proceso de recuperación que parece algo mejor encaminado a partir del análisis de los datos del PIB correspondientes al segundo trimestre del año. Por ahora, la progresiva reactivación de la economía se va traduciendo en una recuperación de la ocupación. Se espera que este proceso se prolongue durante lo que resta de 2021 y el próximo año, período durante el cual es esperable observar incrementos del nivel de empleo en la economía.
Los últimos datos publicados por el INE correspondientes al mes de agosto confirman un escenario de recuperación en el mercado laboral, con niveles de empleo que comienzan a aproximarse a los observados durante los primeros meses de 2020, previo a la aparición de los primeros casos de Covid-19 en Uruguay.
Por su parte, las proyecciones de CINVE indican que el desempleo descenderá muy levemente en lo que resta del año y en 2022, lo que es consistente con un incremento que en 2020 no fue muy pronunciado. Esto se debe a que durante la pandemia se redujo de forma importante el empleo, pero también la oferta de trabajo (personas buscando empleo), con lo que el desempleo solo se incrementó levemente. Si bien en los próximos meses se observará un proceso de expansión de los niveles de empleo, lo más probable, es que se observe una recuperación de la oferta laboral, que aún se ubica por debajo de los niveles pre-pandemia, lo que determinará una reacción moderada de los niveles de desempleo que se mantendrán en el entorno del 10%.
Además de los efectos sobre la cantidad de ocupados, ¿son previsibles cambios en la calidad del empleo, en el nivel de formalidad, en las remuneraciones de los trabajadores y en la estabilidad laboral?
Aunque pueda resultar paradójico, porque no es lo habitual en un período de crecimiento del empleo, el análisis de los datos sobre el mercado de trabajo uruguayo indica que, lo más probable, es que en los próximos meses la informalidad se incremente.
Habitualmente, durante las recesiones se observa un proceso de deterioro de la calidad del empleo y un crecimiento de la informalidad, debido a que las ocupaciones y emprendimientos informales operan como amortiguadores de la pérdida de empleos en las actividades formales. La crisis del Covid-19 tuvo un comportamiento diferente, puesto que la reducción de la movilidad afectó más que proporcionalmente a los empleos informales de algunas empresas del sector servicios. En este marco, la fuerte caída del empleo observada en 2020 implicó una reducción de la informalidad, puesto que a diferencia de otros episodios recesivos, esos empleos o emprendimientos informales, que suelen actuar como refugio para amortiguar la caída de los ingresos del hogar, no resultaban, por obvias razones, una opción viable.
Pero con el restablecimiento de la normalidad, ¿no debería ir cambiando esta realidad y los salarios deberían comenzar a recuperarse?
Por supuesto. La recuperación de la movilidad ira determinando una normalización de la actividad de sectores con mayores niveles de trabajo informal, por lo que es esperable que la proyectada generación de empleo, a la que hacía referencia anteriormente, se procese con aumentos de informalidad laboral, propiciando una expansión de empleos de menor calidad.
En lo que se refiere a los niveles de ingresos, la débil recuperación de la demanda interna a la que estamos asistiendo en lo que va del año, difícilmente, conducirá a una rápida presión de demanda por empleo, lo que sumado a la actual orientación de la negociación colectiva, probablemente, determine que se tenga al menos un año más de caídas de los salarios reales.
En la consideración del tema del empleo, ¿sólo debemos considerar a los asalariados, es decir a los que tienen un ingreso fijo público o privado, o hay otros colectivos que se deben tenerse en cuenta al evaluar lo que ocurre en el mercado de trabajo?
Por fuera de los asalariados existe en nuestro país un grupo de trabajadores independientes que comprende a todos los trabajadores por cuenta propia, con o sin local, miembros de cooperativas de trabajo y patrones. En lo que va del siglo, este tipo de actividad laboral siempre ha representado entre el 25% y el 30% del empleo total, con niveles de informalidad que han fluctuado entre el 50% y el 60%, o sea muy superiores al promedio de la economía, exceptuando el caso de los patrones donde la informalidad es reducida.
Una particularidad relevante del trabajo independiente, es que aún en el caso de ser trabajadores formales, no cuentan con el beneficio del subsidio por desempleo. Téngase en cuenta que esta fue la principal herramienta utilizada para suavizar el impacto de la reducción de la movilidad asociada a la pandemia. Por este motivo, este grupo de trabajadores estuvo, particularmente, expuesto durante el año 2020.
En estos 18 meses de pandemia el nivel de los salarios promedios en el Uruguay han descendido casi 5%. ¿Cuáles son las causas y qué puede preverse en el futuro?
Las principales causas de la reducción de los salarios reales son la contracción de la actividad económica y las pautas salariales del gobierno para la negociación colectiva. El PIB puede interpretarse como una medida resumen del total de ingresos que genera la economía en un período determinado y, como bien sabemos, esta variable se contrajo casi 6% durante 2020. No obstante, más allá de la contracción global de los ingresos, se ha observado cierta redistribución del ingreso nacional hacia los ingresos no laborales. La caída del salario real, entre enero de 2020 y agosto de 2021 (último dato disponible) indica una contracción real del 5%. Durante este mismo período la contracción en la cantidad de ocupados alcanzó un 1.9%, determinando una caída de la masa salarial del orden del 7%, cuando en términos de actividad, si bien seguimos probablemente en niveles inferiores a los registrados previo a la pandemia (no contamos con datos mensuales de actividad), la brecha sería significativamente menor. Cabe subrayar que la caída del salario real de los trabajadores no fue un fenómeno que impactara únicamente sobre los trabajadores del sector privado. Por el contrario, la contracción del salario real entre febrero de 2020 y agosto de 2021 fue del 4,1% en los trabajadores del sector privado y del 5,6% en los trabajadores públicos. En general, los episodios recesivos debilitan la posición negociadora de los trabajadores, lo que suele favorecer a que ocurra este tipo de redistribución entre los ingresos de las familias, en contra de la masa salarial.
¿El nivel del desempleo incide en el nivel de los salarios privados? ¿Y en el caso de los públicos?
La existencia de desempleo implica un exceso de oferta en el mercado de trabajo. Son más los trabajadores buscando empleo que la cantidad de puestos ofrecidos. Como en cualquier mercado, una situación de exceso de oferta tiende a presionar a la baja de los precios, que en este caso están representados por el salario real. Esta presión actúa más directamente sobre los salarios del sector privado, donde hay mayor posibilidad de movilidad, aunque los efectos se extienden a la dinámica salarial del sector público. Los ajustes salariales de este último sector y los salarios ofrecidos a los trabajadores que ingresan al mercado laboral no se encuentran disociados de lo que ocurre en el resto de la economía e impacta, por supuesto, sobre la propia disponibilidad de recursos del sector público. Una muestra de esto es la caída superior que se ha observado en los salarios reales públicos en relación a los privados desde el inicio de la pandemia.
De todas formas, el mercado laboral no es homogéneo. Los trabajadores al interior de los ámbitos públicos y privados no tienen perfiles y habilidades similares. Tampoco los puestos de trabajo ofrecidos por las distintas empresas se corresponden a similares tareas a desempeñar. Esta realidad determina que el mercado laboral sea mucho más segmentado que otros mercados de la economía, donde pueden convivir diferentes realidades en términos de oferta y demanda. En cualquier caso, si bien un mayor desempleo termina, en promedio, presionando a la baja a los salarios, dentro de ese promedio pueden existir distintas realidades asociadas a diferentes perfiles de empleo. Existe evidencia de que durante la emergencia sanitaria ha habido sectores de actividad a los que les ha ido muy bien y que han contratado nuevos trabajadores. Estas situaciones, no obstante, son minoritarias. Si no lo fueran, se deberían observar datos muy diferentes relativos a la ocupación y el desempleo.
¿Las leyes de protección de los empleados, despido, vacaciones, aguinaldo inciden en el nivel del empleo?
Las leyes de protección laboral encarecen el costo laboral que enfrentan las empresas que contratan a los trabajadores. Es posible que en los empleos caracterizados por tener muy bajos niveles de productividad, los empleadores no sean capaces de hacer frente a costos laborales elevados. La existencia de ocupaciones de muy baja productividad es una característica típica en los mercados laborales de América Latina, que influye de forma importante en los altos niveles de informalidad que se observan en los países de la región. Esta situación, también, existe en Uruguay, aunque en comparación con la región se registre en menor medida.
No obstante, el objetivo para un país que busca desarrollarse no puede ser el de procurar abaratar el costo laboral de los trabajadores, reduciendo la protección legal de los mismos. El desafío que enfrenta Uruguay es el de incrementar la productividad del trabajo, para lograr sostener una adecuada protección social. Pretender mantener niveles de empleo a costa de mercados laborales duales, con una elevada fracción de trabajadores con ingresos reducidos y baja protección social, no hace más que incrementar las brechas sociales y la desigualdad de oportunidades que enfrentan los niños y adolescentes en nuestra región.
Por otra parte, abaratar el costo laboral por medio de la desprotección social es, al final del día, una forma de reducir los incentivos de las empresas para invertir e innovar, y sin altos niveles de inversión productiva y sin procesos de innovación, difícilmente, puedan producirse aumentos en la productividad.
¿Qué tan relevante es el cambio tecnológico para entender lo que ocurre en el mundo del trabajo en Uruguay y en otros países de América Latina?
Existe abundante investigación reciente que ha llamado la atención acerca de los posibles impactos del proceso de cambio tecnológico en el mercado laboral. Estos trabajos han subrayado la posibilidad de que el cambio tecnológico pueda desplazar una gran parte de las ocupaciones actuales y que en el futuro haya que esperar un cambio significativo en la estructura de la demanda laboral.
Sin embargo, para que esto efectivamente ocurra es necesario un proceso de aceleración tecnológica vinculada a la automatización, digitalización y penetración de inteligencia artificial y no es claro que esto, efectivamente, ocurra en la región, en general, y en Uruguay, en particular. Por el contrario, existe evidencia que indica que este proceso de penetración tecnológica y transformaciones en el mercado laboral viene ocurriendo de forma mucho más modesta en los países emergentes que en los países desarrollados.
Esta situación no representaría una novedad ya que en ocasiones anteriores de aceleración tecnológica a nivel global, América Latina, al igual que otras economías emergentes, ha mostrado mucho menor dinamismo que las regiones que lideraron los procesos de cambio tecnológico, presentando incrementos del producto por habitante significativamente más modestos. A modo de ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, en el marco del proceso que se ha identificado como "segunda revolución industrial", Estados Unidos y las economías de Europa Occidental presentaron una importante aceleración en el crecimiento del PIB por habitante, generando una divergencia significativa respecto a la dinámica latinoamericana, donde no se registró una aceleración relevante.
Esta realidad ha estado cambiando durante los últimos años, ¿qué impacto puede tener sobre los mercados laborales de la región?
Si se pone el foco en los últimos cuarenta años, período en el cual se suele ubicar a la denominada "tercera revolución industrial" o "revolución tecnológica", se observa una fuerte aceleración de las economías del sudeste asiático, lideradas por China. Mientras tanto, las economías de mayor desarrollo relativo muestran una moderada desaceleración y América Latina continuó sin exhibir un quiebre significativo en su dinámica de crecimiento.
La realidad indica que si el proceso de cambio tecnológico llega a la región con mucha menor intensidad, probablemente, los desafíos asociados al desempleo tecnológico y la polarización laboral mencionados en la literatura serán menos relevantes. Sin embargo, este escenario representaría un nuevo episodio de aceleración tecnológica que las economías de la región no lograrían capitalizar, por lo que volverían a ampliarse las importantes brechas de productividad que la separan de las economías más avanzadas.
Esta dinámica de incorporación tecnológica tiene que ver mucho con el perfil educativo de los trabajadores y con la necesidad de crear las capacidades adecuadas para adaptarse a las nuevas modalidades de trabajo, pero también con el esquema de precios relativos entre trabajo y capital que cada economía construya. En este sentido, la apuesta por lograr abaratar la mano de obra termina siendo contraproducente desde un punto de vista dinámico.
¿Qué es exactamente la productividad?
La productividad es la relación entre la cantidad de recursos productivos utilizados y la cantidad de producto generado. La mayor productividad implica que se produce más con los mismos recursos o que se produce lo mismo con menos requerimientos de factores de producción.
En el caso del trabajo, los indicadores de productividad suelen determinarse a partir de la relación entre el total de la producción y el total de horas trabajadas durante un período determinado. La productividad laboral depende de factores asociados a las capacidades de los trabajadores, como su grado de destrezas o habilidades ya sean manuales o cognitivas, pero también de factores asociados al entorno del trabajo, donde se destacan, particularmente, las características del stock de capital disponible. Obviamente, un trabajador con una maquina cosechadora podrá tener una productividad muy superior a la de un cosechador manual. Del mismo modo, un conductor de un tren de metro urbano puede transportar muchos más pasajeros por hora que un conductor de un ómnibus. En este último ejemplo, se puede visualizar, precisamente, que el stock de capital utilizado, en ciertos casos, puede estar asociado a la escala de la producción. Un conductor de un hipotético metro de Montevideo, seguramente, tendría una productividad menor a la de otro conductor en las grandes ciudades del mundo. Aunque el tren tuviera la misma capacidad de transporte, la menor cantidad de pasajeros transportados determinaría una subutilización de las infraestructuras existentes.
¿Qué relación tienen estas consideraciones con lo que ocurre con la productividad en circunstancias de crisis como las actuales?
La subutilización del capital durante los episodios de desaceleración del crecimiento económico, o de recesión asociada al ciclo económico, muchas veces opera de forma similar a lo que comentaba a partir del ejemplo del hipotético Metro en Montevideo. La insuficiencia de demanda durante las fases bajas del ciclo conduce a subutilización de los recursos, afectando negativamente a la productividad del trabajo y a la rentabilidad de las empresas. Sin embargo, si esta caída de la productividad se origina en un problema de insuficiencia de demanda, abaratar el costo de la mano de obra, difícilmente, impactará sobre la creación de empleo, aunque mejore la rentabilidad empresarial.
¿Cuál es la relación entre la productividad y los salarios?
El concepto de productividad es muy importante en el mundo del trabajo, en la medida en que establece un vínculo entre el empleo y los salarios. Los empleadores buscarán contratar trabajadores siempre que su nivel de productividad se ubique por encima del nivel de salarios reales que pagan a los trabajadores. Es así que una mayor productividad laboral permite mayores niveles de empleo y genera las condiciones para el crecimiento de los salarios reales.
A pesar de su importancia, la productividad es un concepto difícil de medir en la práctica, aún a nivel de una empresa específica. Esto ha llevado a que hayan prosperado tan poco los intentos de vincular las negociaciones salariales con indicadores de productividad, con cierto nivel de descentralización.
¿Cómo inciden los salarios en el aumento del costo de vida?
En mercados poco competitivos, las empresas intentan trasladar a los precios de venta de sus productos lo que ocurra con sus costos, incluyendo, obviamente, los costos salariales. De esta forma, los mayores incrementos de los salarios nominales tienden a presionar sobre la inflación. En algunos casos, estos procesos pueden desatar las conocidas espirales de precios y salarios, tan características de la pugna distributiva en los países de América Latina. Esto es, la suba de salarios deriva en un aumento de precios, que se incorporan al próximo ajuste salarial para evitar la pérdida de salarios reales y conduce, a su vez, a un nuevo incremento de precios que procura trasladar al consumidor el incremento de los costos. Esta espiral termina generando aumentos nominales de precios y salarios todos los períodos, sin que eso implique necesariamente variaciones reales de las variables.
¿Existe evidencia clara de que el aumento de los salarios determina, necesariamente, el aumento de la inflación?
Ni desde el punto de vista de teórico, ni a partir de la evidencia disponible puede establecerse la existencia de una relación rígida entre el crecimiento de los salarios y la inflación. Los aumentos salariales si están justificados por incrementos de la productividad, no representan mayores costos para las firmas. Como mencionaba anteriormente, el traslado de los costos a los precios tampoco es automático. Para que esto ocurra la empresa debería tener cierta capacidad de fijación de precios, lo que se conoce como poder de mercado, y dicha capacidad debe ser convalidada por las condiciones de la demanda. En contextos en que la demanda es muy fuerte, es más sencillo realizar el traslado de los costos a los precios. En circunstancias en que la demanda está deprimida, como ocurre durante una recesión, la capacidad de traslado a precios suele estar mucho más acotada.
¿Hay instrumentos de política económica para generar un aumento de la demanda de trabajo?
Las políticas de empleo por el lado de la demanda tienden a incentivar la contratación reduciendo el costo laboral a las empresas. Los subsidios a la creación de nuevos empleos y la reducción de los aportes a la seguridad social son herramientas a las que se recurre con frecuencia para crear empleo. Las leyes que tratan de fomentar el empleo de los más jóvenes suelen apelar a este tipo de estímulos. En nuestro país, los beneficios otorgados al amparo de la denominada ley de inversiones, incluye la generación de empleo en la matriz de indicadores que se considerar para el otorgamiento de beneficios tributarios a las empresas.
Para un país con una población reducida como Uruguay, ¿es lógico tener una desocupación superior al 10% por largos períodos?
La cantidad de población no es un factor relevante para entender el nivel de desocupación. Cuando un país tiene más población tendrá más oferta de trabajo, pero, por otro lado, tendrá una demanda mayor, ya que hay mayor cantidad de servicios para cubrir, mayores necesidades de alimentación, infraestructura, etc. Incluso, una mayor población puede proporcionar oportunidades para aprovecharse de una mayor escala de producción, lo que, en algunos sectores, puede favorecer incrementos de productividad.
Más allá de estas consideraciones relativas a que el tamaño de la población no es determinante del porcentaje de desempleados, es cierto que Uruguay tiene un nivel de desocupación estructural que resulta elevado en la comparación internacional. Aún en los momentos de mayor presión de demanda, la desocupación no logró situarse por debajo del 5%, lo que no implica un registro bajo si se compara con datos internacionales.
Esto puede estar asociado a un grupo de personas con importantes problemas de empleabilidad, más allá de la fase cíclica de la economía y de los desajustes entre el tipo empleo buscado por los trabajadores y los empleos que están disponibles para ellos (este desajuste puede ser más importante entre los jóvenes). Este es un tema relevante que, probablemente, requiera de la acción de políticas tendientes a estimular la oferta más que de demanda en el mercado de trabajo, esto es, políticas orientadas a mejorar las condiciones de empleabilidad de ese núcleo de desempleo estructural que tiene problemas para conseguir trabajo, incluso en épocas de fuerte dinamismo en el mercado laboral.
¿Hay teorías que sostienen que si el mercado actuara con total libertad, incluyendo en la fijación de los salarios como variable de ajuste, no habría desocupación? ¿Es posible que esto ocurra en la práctica? ¿Suecia podría ser un ejemplo?
Es muy difícil pensar que un modelo teórico de funcionamiento competitivo perfecto como el que postula la teoría económica convencional pueda representar de forma adecuada lo que acontece en el mercado laboral. Esto es así porque el trabajo no es homogéneo. Como ya había comentado, en la realidad laboral existen variadas formas de segmentación del mercado. En un contexto donde el trabajo no es homogéneo algunas empresas pueden, perfectamente, tener incentivos para pagar salarios más altos que los que serían consistentes con el equilibrio entre oferta y demanda de trabajo. A través de este tipo de prácticas, pueden pretender reclutar trabajadores más productivos para ocupar los puestos de trabajo que tienen disponibles.
Para entender la escasa pertinencia que tiene la referencia a la desocupación cero que generaría un funcionamiento libre y competitivo del mercado de trabajo hay que tener en cuenta que en las contrataciones laborales se plantean múltiples problemas de información. Por ejemplo, las empresas enfrentan notorias dificultades para poder controlar el nivel de esfuerzo de sus trabajadores. Existen planteos teóricos, relacionados con lo que la literatura denomina como "salarios de eficiencia", sustentados en evidencia empírica que argumentan que el pago de salarios algo superiores al "equilibrio" del mercado por parte de una empresa aumentaría el "costo de oportunidad" de los trabajadores de perder su empleo, lo que favorecería un mayor esfuerzo.
No hay que perder de vista, por otra parte, que los países más desarrollados de la OCDE suelen tener mercados laborales con importantes regulaciones. De hecho, la mayoría de los países económicamente más avanzados no son ejemplos de mercados laborales totalmente libres. Si bien, en general, las economías desarrolladas presentan tasas de desempleo menores a las vigentes en Uruguay, la existencia de desempleo involuntario es un rasgo característico de sus mercados laborales. El caso de Suecia al que refiere la pregunta presenta, actualmente, una tasa de desempleo cercana al 9%, apenas inferior a la de Uruguay.
(*) Gonzalo ZUNINO.
Doctor en Economía por Universidad Autónoma de Madrid | Máster en Análisis Económico en la Universidad Carlos III de Madrid | Licenciado en Economía por la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República | Socio e Investigador y Director del CINVE, ha dedicado su investigación reciente al análisis macroeconómico, dinámica del capital humano, mercados laborales y análisis de la seguridad social. Es docente del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (UDELAR) donde dicta cursos de grado y postgrado. | gzunino@cinve.org.uy.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias