OPINIÓN
La guerra comercial de Donald Trump: o Estados Unidos o China
25.04.2025
OTHER NEWS (Por Ander Sierra* - Diario Red) - El mensaje de Estados Unidos al resto de países del mundo es claro: o participan en su confrontación contra China o se arriesgan a sufrir represalias políticas, económicas y arancelarias
Aranceles globales. Aranceles recíprocos. Pausa en los aranceles. Aranceles contra pingüinos y focas, ¿por qué no? Reanudación de los aranceles. Tabla de aranceles. Aranceles, aranceles y más aranceles.
Donald Trump ha iniciado una guerra comercial global cuyas consecuencias todavía no están claras. Probablemente, la propia administración republicana tampoco es del todo consciente hasta dónde puede llegar esta escalada. Aun así, ha centrado las primeras semanas en la Casa Blanca en aplicar tarifas contra prácticamente todo el planeta.
Sea una estrategia perfectamente orquestada por el presidente estadounidense o, por el contrario, una muestra de su constante improvisación, lo que sí resulta más evidente es que Estados Unidos pretende utilizar la guerra comercial para intentar aislar a China, su máximo rival geopolítico. Así lo muestran las numerosas filtraciones que han sido publicadas en la prensa estadounidense y las propias medidas adoptadas por la Casa Blanca.
El 15 de abril de 2025, The Wall Street Journal, uno de los medios de comunicación más importantes del país, publicó una noticia en exclusiva en la que señalaba que Washington busca aprovechar las conversaciones arancelarias para "presionar" a los países afectados por las tarifas y dispuestos a negociar -alrededor de 70, incluyendo a socios tradicionales como Canadá, México o la Unión Europea- para que reduzcan o limiten sus vínculos con Pekín.
El objetivo es claro: obligar a estos países a elegir bando. O Estados Unidos o China. En caso de optar por la segunda opción, la administración Trump recurrirá a presiones, amenazas y coerciones -económicas, políticas o incluso militares- para hacerles cambiar de parecer. Es decir, Estados Unidos está basando una parte importante de su acción exterior en una táctica muy habitual en las relaciones internacionales, la conocida como estrategia del palo y la zanahoria, con la finalidad de reducir la influencia global de la potencia asiática.
En este sentido, The Wall Street Journal menciona que la idea es "extraer compromisos" para aislar a Pekín "a cambio de reducciones en las barreras comerciales y arancelarias impuestas por la Casa Blanca". Si bien el medio estadounidense subraya que "las demandas exactas podrían variar ampliamente según la nación, dado su grado de participación en la economía china", hay tres ideas que parecen claras.
En primer lugar, Estados Unidos quiere evitar que estos países actúen como puntos de reexportación de productos chinos. En segundo lugar, pretende impedir que empresas chinas se asienten en terceros países como vía para esquivar las tarifas impuestas por Washington, que en algunos casos alcanzan el 245%. Por último, presiona para que estos países directamente no importen bienes industriales chinos -o, en su defecto, que no aumenten las adquisiciones- con el objetivo de atacar al sector manufacturero de la potencia asiática, uno de sus principales motores económicos.
En otras palabras: Estados Unidos ambiciona que los países comercien únicamente con quienes la administración republicana determine y bajo unas nuevas reglas que supondrán, de generalizarse y mantenerse en le tiempo, una degradación casi completa del sistema de libre comercio -al menos cuando convenía- que ha caracterizado al orden internacional "basado en reglas" establecido décadas atrás.
Sin embargo, esta cruzada emprendida por Trump no solo se limita al comercio. El sector naviero es otro ejemplo significativo. El 9 de abril, la Casa Blanca emitió una orden ejecutiva orientada a "reconstruir las capacidades de fabricación marítima de Estados Unidos" y socavar el peso de China en esta industria estratégica, ya que, según el documento, "es responsable de producir aproximadamente la mitad de los barcos comerciales a nivel mundial".
Para ello, la táctica de Estados Unidos pasa, una vez más, por obligar al resto a elegir bando. Según la nueva directiva, Washington "involucrará" -una forma más amistosa pero que, en esencia, no significa otra cosa que "presionar"- a sus socios para que establezcan aranceles y restricciones a los barcos y equipos portuarios construidos en China, por empresas chinas o con competentes de origen chino. El mensaje es claro: o participan en esta confrontación contra Pekín o se arriesgan a sufrir represalias económicas por parte de Estados Unidos.
China mueve ficha
Poco después de que Trump anunciara el "Día de la Liberación" el 2 de abril, el Partido Comunista de China (PCCh) organizó la Conferencia Central sobre Trabajos Relacionados con Países Vecinos.
En este foro, presidido por el mismísimo Xi Jinping, se hizo hincapié en la necesidad de mejorar y fortalecer los lazos con los países del entorno al considerar que la región está "entrando en una fase crítica de vínculos profundos entre el panorama regional y los cambios mundiales", en una clara alusión a las políticas adoptadas por el presidente estadounidense. "China necesita consolidar la confianza mutua estratégica con sus vecinos, apoyar a los países de la región para que sigan un camino de desarrollo estable y gestionar adecuadamente las diferencias y disputas", se puede leer en el comunicado publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Tras concluir la conferencia, Xi Jinping no tardó en aplicar la teoría. Entre el 14 y el 17 de abril, el líder chino realizó una gira oficial por tres Estados miembro de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN): Vietnam, Malasia y Camboya. Lo mismo ocurrirá en mayo y junio, cuando visite Rusia para asistir al Día de la Victoria y Kazajistán para participar en la Cumbre China-Asia Central. En todos estos destinos, Pekín intenta convencer a sus vecinos de que alinearse con Estados Unidos en la guerra comercial será perjudicial para sus propios intereses nacionales.
Desde la perspectiva china, la única forma de evitar la "intimidación unilateral" de la administración Trump es impulsar el fortalecimiento de la cooperación regional. Para ello, la potencia asiática recurrirá a su influencia diplomática, comercial, económica y financiera. Precisamente, en los tres países visitados hasta la fecha, Xi Jinping se ha comprometido a ampliar las inversiones chinas, como en Hanói, donde firmó con el secretario general de Partido Comunista de Vietnam (PCV), To Lam, un total de 42 acuerdos.
China es muy consciente de que los países asiáticos, dependientes del comercio exterior, no pueden permitir aceptar las demandas de Trump sin perjudicar gravemente sus propias economías. El tamaño del mercado chino y su sector manufacturero son demasiado grandes como para ignorarlos, máxime teniendo en cuenta la proximidad geográfica. Sin embargo, Pekín también es sabedor de que necesita los mercados de sus vecinos -y del resto del mundo- abiertos para colocar los bienes que produce su inmensa manufactura.
Por tanto, promoviendo lo que en Pekín bautizan como "una comunidad de futuro compartido", siendo China el eje central, el Zhongnanhai -la sede del liderazgo del PCCh- pretende imposibilitar que Washington gane la guerra comercial y consolide un bloque anti-China.
*Periodista especializado en política internacional. Director de Descifrando la Guerra. Interesado en la República Popular China y en la región Asia-Pacífico. Maestría en Estudios Internacionales por la UPV/EHU y en Estudios de Asia Oriental por la UAM. Coautor del libro «La nueva era de China: la gran estrategia para el sueño de Xi Jinping».
Imagen: archivo/Infobae
Other News
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias