De porteños, rosarinos y cordobeses...
07.01.2024
MONTEVIDEO (Uypress/Deodoro Roca) - Intento responder a su pregunta de ayer, del modo más sintético posible porque las historias de competencias, rencores y amores-odio entre regiones son siempre difíciles de precisar y muy cambiantes en el tiempo.
En resumen, si cabe, puede decirse que los porteños (básicamente de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, aunque en el XIX y la primera mitad del XX me refiero también a la hegemónica Provincia de Buenos Aires) han sido siempre considerados como privilegiados, arrogantes y despreciativos del Interior ("los 12 ranchos", así llamaban los porteños a las provincias de la Confederación en la época de la secesión --a la postre triunfante-- del Estado de Buenos Aires (1853-1862).
Se podría decir que la diferencia mayor y aún hoy subyacente es entre porteños y cordobeses. Las diferencias y picas entre rosarinos y porteños son menores, y las entre Córdoba y Rosario, que hasta los 60 eran algo visibles en la percepción popular mutua, me parece que hoy son más bien anecdóticas.
En el caso cordobeses-porteños, esa pica subyace hasta hoy (aunque algo atenuada) en el imaginario popular, sin desprecios mutuos evidentes, pero sale a relucir en chistes, imitaciones e "images d'Épinal" en ambos sentidos. En el abundante e irrespetuoso humor cordobés, a menudo el personaje ridículo y "pelotudo" es un porteño --arrogante, obviamente-- que cae en la trampa de un cordobés más ingenioso que lo pone en ridículo. Pero al mismo tiempo el cordobés envidia sin confesarlo la Gran Capital cosmopolita del porteño. Un poco Milano-Roma y viceversa.
En la contra-visión porteño-granbonaerense, el cordobés es tramposo, simpático, rápido, algo vago, revoltoso y a veces peligroso, (aunque en lo que va de este nuevo siglo se ha revelado como un votante ultraconservador similar al porteño, que ha aportado mucho al macrismo y votado en casi 80 por ciento a favor de Milei).
En el caso de Rosario y Buenos Aires, existe algo de la misma rivalidad-envidia, pero mucho más atenuada. Los rosarinos no parecen competir con Buenos Aires: desconfían del porteño pero no se sienten antagónicos. Los chistes de porteños en Rosario no son un elemento corriente en la cultura popular y los porteños no parecen considerar a los rosarinos como a los cordobeses. En Rosario hay cierta rivalidad familiar con Santa Fé, la capital provincial, aunque el mayor económico y político de Rosario se diluye en una provincia donde otras ciudades menores, pero siempre "chacareras" y más bien ricas y conservadoras, tienen un peso económico y político importante. Pese a que Córdoba, industrializada en los años 50-60 superó demográficamente a Rosario como segunda ciudad del país (algo menos evidente si se toma en cuenta el cinturón industrial rosarino), a nivel de cultura popular la rivalidad es menos acentuada que entre cordobeses y porteños. Existe, pero atenuada desde los años 60-70. Los chistes cordobeses sobre rosarinos y viceversa son poco frecuentes.
Mientras Cordoba es una vieja capital, Rosario es una metrópoli reciente -- simple puerto fluvial hasta la construcción del ferrocarril Rosario-Córdoba (1868-1872), eje del drenaje ferroviario del centro y norte del país. Creció en riqueza con el boom agroganadero de 1870-1930 y la primera industrialización en torno al puerto transatlántico sobre el Paraná, con un hinterland rural rico y una población 80 por ciento inmigrante (la "Pampa Gringa", esencialmente de la Italia del Norte pero con importante proporción también del Mezzogiorno, sobre todo urbana, en Rosario). Desde 1880 se convirtió en el segundo puerto de la Argentina, salida y entrada de la gran región cerealera (Santa Fé, norte de Buenos aires, sur y este de Córdoba). Ciudad rica y "gringa", el edificio de la Bolsa de Cereales fue un ejemplo de la nueva riqueza de origen inmigrante. También fue cuna del movimiento de los chacareros-arrendatarios y pequeños propietarios rurales (Grito de Alcorta de 1912, Federación Agraria Argentina) y su partido, el desaparecido Demócrata Progresista de Lisandro de la Torre, y ha dado entre 1990 y 2010 los únicos gobiernos de un partido socialista (hoy tímidamente socialdemócrata y muy antiperonista) en Argentina.
En el caso de Córdoba, el antagonismo con Rosario es menos importante o detectable que en los 50-60, en que había una cierta competencia por ser la ciudad más grande, importante y avanzada. Los rosarinos y otros santafecinos venían entonces de vacaciones a Córdoba y a menudo los confundían con porteños, por los clichés de la foto con el burrito y la fama de conducir muy mal en los caminos serranos. Además, los cordobeses no íbamos a Rosario: pasábamos camino a Buenos Aires, sólo conocíamos la estación de autobuses, la del ferrocarril o la gasolinera de la circunvalación. Pero me parece que aquella competencia ha prácticamente desaparecido en un interior del país cada vez más homogéneo "hacia abajo" frente a la poderosa Buenos Aires y el porteño de cliché.
En cuanto a Córdoba, me parece útil recordar que desde la época colonial fue siempre una suerte de "capital" del Interior, a menudo a contramano de Buenos Aires y otras provincias, con violentos contrastes de un período a otro: realista y contrarrevolucionaria en 1810; artiguista y federal entre 1815 y 1829; eje de la unitaria Liga del Interior en 1830; pilar importante de la Confederación de Urquiza en 1852-61; punto de partida y de apoyo de la república liberal-conservadora de Roca y la Generación del 80 (1880-1910), y a la vez base de una oligarquía reaccionaria y clerical; cuna del movimiento reformista de 1918; teatro de los gobiernos progresistas populares del radicalismo sabattinista (1936-43); teatro principal de la Revolución antiperonista de 1955; bastión de la resistencia peronista y el sindicalismo combativo 1955-1973; Cordobazo (1969) y Viborazo (1971). Siempre dando sorpresas a contracorriente. Desde el retorno de la democracia la provincia ha estado casi siempre "en la vereda de enfrente" de las tendencias predominantes a nivel nacional, incluso en los años del kirchnerismo, con mayorías de derecha y centroderecha que han acabado dando casi 80% de los votos a Milei.
Hasta aquí mi intepretación, personal y poco científica. Más allá de elementos históricos, creo que hoy las rivalidades son cada vez más folklóricas que reales... No así la esquizofrenia nacional-masoquista de cuasi plebiscitar a un orate que se jacta de aconsejarse con el espíritu de su difunto perro y además promete sólo azotes y sufrimientos por al menos 15 años... ¡y lo votan!
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias