OPINIÓN

Sobre el «pánico moral» y el valor de hablar: el silencio de Occidente sobre Gaza

21.04.2025

OTHER NEWS (Por Ilan Pappé* – Voces del Mundo *) – Las respuestas del mundo occidental a la situación en la Franja de Gaza y Cisjordania plantean una pregunta inquietante: ¿Por qué el Occidente oficial, y la Europa occidental oficial en particular, son tan indiferentes al sufrimiento de los palestinos?

 

¿Por qué el Partido Demócrata de Estados Unidos es cómplice, directa e indirectamente, del mantenimiento de la inhumanidad cotidiana en Palestina, una complicidad tan visible que probablemente fue una de las razones por las que perdieron las elecciones, ya que el voto árabe-estadounidense y progresista en estados clave no podía perdonar, y con razón, al gobierno de Biden su participación en el genocidio de la Franja de Gaza?

Se trata de una pregunta pertinente, dado que estamos ante un genocidio televisado que ahora se ha renovado sobre el terreno. Es diferente de periodos anteriores en los que se mostró la indiferencia y complicidad occidentales, ya fuera durante la Nakba o durante los largos años de ocupación desde 1967.

Durante la Nakba y hasta 1967, no era fácil obtener información, y la opresión posterior a 1967 fue en su mayor parte incremental y, como tal, ignorada por los medios de comunicación y la política occidentales, que se negaron a reconocer su efecto acumulativo sobre los palestinos. 

Pero estos últimos dieciocho meses son muy diferentes. Ignorar el genocidio en la Franja de Gaza y la limpieza étnica en Cisjordania sólo puede calificarse de intencionado y no de ignorancia. Tanto las acciones de los israelíes como el discurso que las acompaña son demasiado visibles para ser ignorados, a menos que políticos, académicos y periodistas decidan hacerlo.

Este tipo de ignorancia es, ante todo, el resultado del éxito de los grupos de presión israelíes que prosperaron en el fértil terreno del complejo de culpa, el racismo y la islamofobia europeos.  En el caso de Estados Unidos, es también el resultado de muchos años de una eficaz y despiadada maquinaria de presión a la que muy pocos en el mundo académico, los medios de comunicación y, en particular, la política se atreven a desobedecer.

Este fenómeno se conoce en la erudición reciente como pánico moral, muy característico de los sectores más concienciados de las sociedades occidentales: intelectuales, periodistas y artistas.

El pánico moral es una situación en la que una persona teme adherirse a sus propias convicciones morales porque ello exigiría un cierto valor que podría tener consecuencias. No siempre se nos pone a prueba en situaciones que exigen valor, o al menos integridad. Cuando ocurre, es en situaciones en las que la moralidad no es una idea abstracta, sino una llamada a la acción.

Por eso muchos alemanes guardaron silencio cuando los judíos fueron enviados a campos de exterminio, y por eso los estadounidenses blancos permanecieron impasibles cuando los afroamericanos fueron linchados o antes esclavizados y maltratados. 

¿Cuál es el precio que tendrían que pagar los principales periodistas occidentales, los políticos veteranos, los profesores titulares o los directores generales de empresas de renombre si culparan a Israel de cometer un genocidio en la Franja de Gaza?

Parece que les preocupan dos posibles consecuencias. El primero es ser condenados como antisemitas o negacionistas del Holocausto y, en segundo lugar, temen que su respuesta honesta desencadene un debate que incluya la complicidad de su país, o de Europa, u Occidente en general, en permitir el genocidio y todas las políticas criminales contra los palestinos que lo precedieron.

Este pánico moral conduce a algunos fenómenos asombrosos. En general, transforma a personas educadas, muy elocuentes y entendidas en imbéciles totales cuando hablan de Palestina. Impide a los miembros más perspicaces y reflexivos de los servicios de seguridad examinar las exigencias israelíes de incluir a toda la resistencia palestina en una lista de terroristas, y deshumaniza a las víctimas palestinas en los principales medios de comunicación.

La falta de compasión y solidaridad básica con las víctimas del genocidio quedó expuesta por el doble rasero mostrado por los principales medios de comunicación de Occidente, y en particular por los periódicos más establecidos de Estados Unidos, como The New York Times y The Washington Post. Cuando el director de Palestine Chronicle, el Dr. Ramzy Baroud, perdió a 56 miembros de su familia -asesinados por la campaña genocida israelí en la Franja de Gaza- ni uno solo de sus colegas del periodismo estadounidense se molestó en hablar con él ni mostró interés alguno en oír hablar de esta atrocidad. En cambio, una falsa acusación israelí sobre una conexión entre el Chronicle y una familia en cuyo bloque de pisos había rehenes suscitó un enorme interés por parte de estos medios y atrajo su atención.

Este desequilibrio de humanidad y solidaridad es sólo un ejemplo de las distorsiones que trae consigo el pánico moral. No me cabe duda de que las acciones contra estudiantes palestinos o propalestinos en Estados Unidos, o contra conocidos activistas en Gran Bretaña y Francia, así como la detención del director de The Electronic Intifada, Ali Abunimah, en Suiza, son manifestaciones de este comportamiento moral distorsionado.

Recientemente se ha producido un caso similar en Australia. Mary Kostakidis, una famosa periodista australiana y antigua presentadora de SBS World News Australia en horario de máxima audiencia, ha sido llevada ante el tribunal federal por su -hay que decir que bastante manso- reportaje sobre la situación en la Franja de Gaza. El mero hecho de que el tribunal no haya desestimado esta acusación a su llegada demuestra lo arraigado que está el pánico moral en el Norte Global.

Pero hay otra cara de la moneda. Afortunadamente, hay un grupo mucho más amplio de personas que no temen correr los riesgos que implica manifestar claramente su apoyo a los palestinos, y que muestran esta solidaridad aun sabiendo que puede acarrear la suspensión, la deportación o incluso la cárcel. No es fácil encontrarlos entre la corriente académica, mediática o política dominante, pero son la auténtica voz de sus sociedades en muchas partes del mundo occidental.

Los palestinos no pueden permitirse el lujo de que el pánico moral occidental tenga voz o repercusión. No ceder a este pánico es un paso pequeño pero importante en la construcción de una red global de Palestina que se necesita con urgencia, en primer lugar, para detener la destrucción de Palestina y su pueblo y, en segundo lugar, para crear las condiciones para una Palestina descolonizada y liberada en el futuro.

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

*Ilan Pappé es un historiador y activista socialista israelí. Es catedrático de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales y Estudios Internacionales de la Universidad de Exeter (Reino Unido), director del Centro Europeo de Estudios sobre Palestina y codirector del Centro de Estudios Etnopolíticos de Exeter. Asimismo, es autor de los bestsellers The Ethnic Cleansing of Palestine (Oneworld), A History of Modern Palestine (Cambridge), The Modern Middle East (Routledge), The Israel/Palestine Question (Routledge), The Forgotten Palestinians: A History of the Palestinians in Israel (Yale), The Idea of Israel: A History of Power and Knowledge (Verso) y, con Noam Chomsky, Gaza in Crisis: Reflections on Israel's War Against the Palestinians(Penguin). Escribe, entre otros, para The Guardian y London Review of Books. En X: @pappe54

*Originalmente publicado en The Palestine Chronicle

 

Imagen: Unicef



Internacionales
2025-04-21T14:45:00

Other News

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias