QUINTA ENTREGA

Microcuentos. Quinta entrega. Autores Varios.

25.10.2023

MONTEVIDEO (Uypress) – Publicamos, por orden de llegada, la quinta entrega de microcuentos. Les recordamos a los lectores que podrán hacer llegar sus textos al mail uypressmicrocuentos@gmail.com con sus textos con pocas líneas, una frase, un relato. No existe un límite mínimo, lo máximo que puede tener cada cuento son mil quinientos caracteres con espacios incluidos.

Autor: Juan Álvarez

Cosa de niños

- ¡Observador!, deje de quejarse por el tremendo calor que ya no sé si lo prefiero a usted lloriqueando o a este inmundo olor.

-  Es que es insoportable este ambiente Comandante.  Parados sin movimiento no entra aire ¡Carajo!

- Ocupe su mente Observador y describa lo que ve desde su mirilla y recuerde: de su descripción y de mi observación depende la puntería del artillero.

-  ¡Artillero pronto!... Comandante.

-  Observador... Contacto visual  a 200 metros... ¡Increíble!

-  ¿Que no puede creer Observador?

-  La humanidad no entiende.

-  ¡Déjese de enigmas soldado!  Y hable lento que tengo ruido en el intercomunicador y la puta transpiración me corre por el auricular hasta el oído.

-  Siempre lo mismo. Nos enfrentamos a jóvenes, todos pendejos con palos y piedras. Hoy son como 80.

-  Nada nuevo Observador. Infantería es el nombre del arma que deviene de la palabra infantes. Siempre la primera línea de combate es de los que no conocen el miedo, los pendejos.

-  Como le digo Comandante... la humanidad no entiende.

- ¡Silencio ahora!...prosiga Comando...bien, recibido... "aleccionador"... ¡sí señor! ¡Artillero!  Sincronice con su mira auxiliar y abra fuego a discreción... pa´que entiendan.

 

Autor: Ronaldo Cunha Dias

Quería que mis huellas sirvieran de camino seguro para todos los que vinieran después.

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Entonces la vieja bruja le ofreció una manzana.

Sin embargo, la niña, piel clara, al no encontrar un sello de producto orgánico, no aceptó.

De esta manera, el autor tuvo que cambiar la dirección de la historia.

 

Autora: Gladys Parodi

Terror en el Solís

 

          El portero no me permitía pasar. Malhumorado dijo:

 

-¿Qué quiere ver? El teatro está en reparación, no verá nada interesante, además es tarde.

 

         -Es que soy actriz y....

 

         -Hubiera empezado por ahí. Pase, pero no se quede mucho rato porque voy a cerrar.

 

         -No se preocupe. Saldré enseguida, sólo daré una ojeada.

 

Entré al escenario del Solís con el mismo respeto con que lo hubiera hecho a un templo. A mi alrededor, todo estaba casi en ruinas. Al fondo, de un riel invisible, pendía un viejo telón, deshilachado y sucio. Una lamparilla, que daba una luz blancuzca muy tenue, colgaba a la entrada, y dos focos más allá, a lo lejos, iluminaban apenas el inmenso recinto. Inmóvil en el centro del escenario, una ligerísima corriente de aire me rozó el rostro. Provenía del viejo telón, que en ese momento pareció levantarse, impulsado por una mano oculta. Pregunté:" ¿quién está ahí?" No hubo respuesta, pero el cortinaje, seguía levantado. "Si está ahí ¿porqué no contesta?"apremié en voz alta. Un escalofrío de miedo me estremeció al ver que la mano oculta soltaba el telón y un hombre avanzaba hacia mí. Divisaba solamente su silueta como una sombra chinesca. Cuando estuvo a unos pocos pasos, el terror me paralizó: vestía un traje gris, camisa blanca, corbata roja, calzaba anticuados zapatos de charol y un gacho "malevo" flotaba en el aire en el lugar que ocuparía su cabeza. Porque no había nada dentro del traje, ni cabeza sobre la que calzar el sombrero, ni manos asomando de las mangas. Nada.

 

Me convertí en piedra. Sólo mi cerebro funcionaba y me decía: "Estás soñando, esto no es nada más que una pesadilla, te vas a despertar enseguida, esto no puede ocurrir, trata de razonar, ¡por Dios! Es absurdo, estás viendo visiones."

 

Sin embargo "el hombre vacío" siguió avanzando hasta detenerse a mi lado. Creí enloquecer de pánico. Entonces, pasó su brazo, inexplicablemente normal, alrededor de mi cintura y me apretó contra él a tiempo que susurraba: "Terminarás matándome Rosario, no lo podrás evitar".

 

¿Rosario? Ese era el nombre de la protagonista de "Los amantes", la obra que Manuel Orellano y yo íbamos a estrenar en la apertura de la Muestra Internacional de Teatro, a iniciarse el día siguiente.

 

Otra vez el susurro: "Recuerda el texto, recuerda el final, yo soy Fernando. No te detengas, Rosario".

 

Algo estalló en mi mente: la última escena y el momento en que,   cegada por los celos y loca de furia, mato a Fernando, personaje que Manuel encarnaba magistralmente, de un certero y único balazo.

 

Resonó un disparo. El estrépito se multiplicó contra los andamios, repiqueteó contra las columnas de los palcos y se perdió en el hueco de la enorme lámpara central.

 

-¡Elena!, ¡por fin te encuentro! ¿Dónde te habías metido, mujer? Te buscamos por todas partes.

 

Manuel, corría hacia mí. Sus dedos se incrustaron en mis antebrazos.

 

-¡Elena! Por favor ¿qué te pasa? ¡Estás lívida! ¡Elena!

 

Me sacudió como a un muñeco de trapo:" Elena ¡por favor!".

 

Un reflector se encendió, allá muy alto e iluminó, tendido en el suelo, el traje gris, las mangas en cruz, desmadejado, inerte. Más lejos el gacho boca arriba y en la camisa blanca el agujero de una bala del que manaba un hilo de sangre que se confundía con la corbata roja del "hombre vacío".

Autor: Esteban Valenti

Innovadores

La Edad Media tuvo dos caras, Ricardo como profesor de historia lo sabía perfectamente. Así que se quedó espantado cuando ante varias decenas de estudiantes de la facultad leyó una parte picante del Decamerón del Príncipe Galeoto de Giovanni Bocaccio. Un fuerte murmullo se elevó de los bancos en el aula.

Era un curso del último grado. La imagen impuesta de que la Edad Media fue una época de represión sexual se caía a pedazos. Al final el profesor se cansó de las miradas desconfiadas y les informó que el Boccaccio había sido un cura y un homosexual reconocido y nunca reprimido en pleno siglo XIII. Y les informó que fue solo al final del medioevo que se dictaron duras leyes sobre el sexo. Un alumno levantó la mano con insistencia: ¿Entonces nosotros no somos tan avanzados como creemos? No, eran mucho más libres sexualmente en el inicio del medioevo, el sexo era considerado una práctica natural en todas sus manifestaciones. Incluido para los curas, monjes y obispos. Hasta el siglo XI incluso se casaban. Salieron de la clase sintiéndose bastante menos trasgresores.

Volver

No adivinó ningún parpadeo, lo recibieron los plátanos de su calle, su madre que  se había quedado sola, su hermano seguía lejos, sus amigos y compañeros desparramados, pero él estaba volviendo. Habían pasado diez años su euforia interior chocando con la tristeza de la ciudad, sus planes construidos durante interminables insomnios, se daban de trompa contra tantas incertidumbres, pero el volvía. Al primer amor, a su vieja calle donde el eco dijo, tuya es su vida, tuyo es su querer. Aunque sabía que era imposible. El volvió. Y diez años son muchos.

De choclo

el alférez jefe a cargo de la inteligencia del Batallón de comunicaciones y varios soldados, que se turnaban, estuvieron ocupando el pequeño apartamento en Malvín durante 6 días. Ese oficial, esa misma noche había asesinado a una profesora de literatura de 24 años. Salvajemente y más salvaje fue la justificación de que Nibia se había suicidado.

Al principio en la "ratonera" estaba la madre, Ana y sus tres hijos de cinco, tres y una niña de un año. Cuando se fueron sin poder atrapar a nadie y luego de revisar la casa varias veces estaba también el padre y un tío de la madre.

Pablo, el de cinco años le dijo al oficial que su padre tenía un arma mucho más grande que la de ellos.  El "objetivo" de la trampa no cayó, porque Ana había colgado oportunamente la manguera verde en el balcón.

Durante varias semanas no se pudieron reencontrar. Un domingo al mediodía acordaron verse un domingo al mediodía en un bar de Propios y Avenida Italia. Entraron los 4 y Claudio el que tenía 3 años le gritó a su padre que los esperaba: "Papá te vinieron a buscar los soldados"

Silencio total. Salieron los cinco y se fueron de apuro. Caminaron, tomaron un taxi, caminaron un largo trecho y al final almorzaron en un pequeño restaurante. El menú del día eran canelones rellenos de choclo, fueron los mejores de sus vidas.

En silencio

Era redonda y dorada, colgaba de una rama junto a muchas otras similares a ella y un enorme astro brillaba en el cielo y su principal función era hacerla madurar, para que adquiriera su color anaranjado, su pulpa, sus semillas, su belleza.

Multicolores

Se cruzaron por la calle como tantas veces, cada uno empujaba un carrito de supermercado desbordante de bultos de todos colores. Valijas viejas, ollas, paraguas desflecados, ropas muy gastadas, cartones, trapos. Se saludaron y cada uno siguió su camino buscando un portal, un lugarcito donde pasar la noche. Eran las siete de la tarde y hacía mucho frío. En un televisor dentro de una casa pasaban las últimas estadísticas sobre la pobreza, la indigencia y el crecimiento de los que vivían en la calle. Ninguno de los dos escuchó nada, las ventanas de la casa estaban bien cerradas por el frío.

Devastadora

Aunque era una vieja enfermedad, en tiempos de rápida propagación se fue instalando en todos los continentes, sin respetar las distancias. Se ensayaron todas las vacunas y se crearon nuevas. Fracasaron. Una terrible epidemia se instaló en el mundo: la soledad.

Microcuentos
2023-10-25T07:00:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias