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Alumnos aventajados
16.04.2025
OTHER NEWS (Editorial – Diario Red) – Trump ha puesto el foco en América Latina. Para defender los intereses imperiales de Estados Unidos, se valdrá de aliados locales como Javier Milei, Daniel Noboa, José Raúl Mulino o Nayib Bukele
Donald Trump busca seguidores en América Latina... y no precisamente de bajo rango. Las bases de la ultraderecha latinoamericana acostumbran ya a ser fanáticas trumpistas, fundamentalmente porque han validado el relato mentiroso de la extrema derecha norteamericana sobre "lo woke". El movimiento Make America Great Again (MAGA) es el principal impulsor de las nuevas corrientes del viejo odio contra las mujeres, las diversidades o los migrantes.
Pero no son estos los seguidores que le interesan a Trump; al fin y al cabo, ya cuenta con ellos. No, el gobierno estadounidense pretende asegurar el favor de ciertos gobiernos en la región, más allá de que le rían las gracias influencers ultraderechistas de tres al cuarto bajo la manida excusa de la "batalla cultural". Y para ello "seduce" a presidentes y líderes afines que están en disposición de arrodillarse ante el jefe: Javier Milei, Daniel Noboa, José Raúl Mulino y Nayib Bukele, entre otros.
Trump se juega mucho en la región, pues América Latina es plenamente estratégica para un Estados Unidos que parece abrir una nueva etapa en su ciclo imperial decadente. Recursos naturales, energéticos y minerales se suman a las exigencias logísticas y militares de un gobierno que ha puesto sus ojos sobre el continente americano en detrimento de otros como Europa. Y para hacer valer sus intereses, la administración Trump echa mano de los gobiernos cipayos locales, pues esta estrategia es siempre menos violenta que la de la injerencia explícita.
El imperialismo estadounidense tiene una larga experiencia en esto. Así como Oriente Medio, Asia Central o el Sudeste Asiático han exigido a Washington "mancharse" de manera más clara mediante guerras o masacres, en el caso de América Latina, quizá por su cercanía, la estrategia ha sido distinta. Por supuesto, Estados Unidos fue un actor crucial en el establecimiento de dictaduras militares en la región, aunque a menudo su penetración fue a través de las embajadas y de políticos cómplices desde el terreno. Sin duda una injerencia menos cruda, aunque igualmente dañina.
El siglo XXI no es una excepción y, ante lo que se evidencia como un "repliegue americano" como parte del largo ciclo de Pivot to Asia que Estados Unidos promulga en su estrategia contra China, Trump vuelve a activar viejos mecanismos de intervención imperial en América Latina. Para ello, el (no tan) nuevo enfoque para la región es claro: hay gobiernos "muy buenos" (es decir, alineados con los norteamericanos) y gobiernos "muy malos" (es decir, pragmáticos e independientes o directamente confrontativos con Washington). Queda poco espacio para los grises.
En este sentido, Donald Trump perfila a sus súbditos en la región y les recompensa: Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador, José Raúl Mulino en Panamá o Nayib Bukele en El Salvador. Estos son algunos de los alumnos aventajados del trumpismo en América Latina, pues de ellos espera Trump obtener sendos réditos estratégicos y económicos a cambio de apoyo cuando lo necesiten. Entretanto, el gobierno de Estados Unidos espera ver emerger futuros gobiernos aliados en la región y, para ello, no dudará en participar directa o indirectamente de las diversas competencias electorales que tengan lugar.
De todos ellos espera obtener grandes cosas... y a todos ellos espera poder ayudarles para que se perpetúen en sus respectivos países. Por supuesto, Trump está dispuesto a deshacerse de cualquiera de ellos si su legitimidad se viene abajo y, entonces, "si te he visto no me acuerdo"... pero, mientras tanto, todos ellos aceptan una sumisión temporalmente ventajosa para sus gobiernos.
Javier Milei está plenamente dispuesto a entregar considerables concesiones a Estados Unidos en el proceso de subasta de los activos públicos argentinos. A su vez, pretende facilitar, mediante mecanismos como el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) la penetración del capital privado estadounidense en los recursos minerales y energéticos del país. A cambio, recibe el apoyo de un Fondo Monetario Internacional que nuevamente ha endeudado al país y, de paso, invitaciones personales a Mar-a-Lago. Ciertamente, Milei le sale muy barato a Trump.
José Raúl Mulino amagó con plantarse frente al impulso del imperialismo trumpista contra Panamá, solo para terminar haciendo enormes concesiones. Panamá ha cancelado su participación en la Ruta de la Seda de China y, además, ha firmado un acuerdo que permite el despliegue de tropas estadounidenses en suelo nacional panameño. A su vez, Daniel Noboa pretende modificar la Constitución de Ecuador para que Estados Unidos pueda instalarse militarmente en el país.
El caso de El Salvador es también llamativo. A cambio de un lugar destacado en el ecosistema de la ultraderecha occidental y en conferencias como la CPAC, Bukele ha aceptado asumir parte de la agenda migratoria y racista del gobierno de Trump, poniendo a su disposición su macrocárcel, el CECOT, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos. Eventualmente, podría incluso permitir el establecimiento de una suerte de Guantánamo en el departamento salvadoreño de San Vicente. A cambio, es probable que Trump brinde reconocimiento diplomático y apoyo financiero al gobierno de Bukele cuando así lo necesite.
Por supuesto, los perjudicados son los pueblos que pierden soberanía y agravan su dependencia con Estados Unidos. Incluso aquellos gobiernos que puedan ver temporalmente aliviadas sus cargas (es el caso del gobierno argentino), lo hacen a un precio altísimo: someter la política exterior nacional a los intereses norteamericanos y alejarse de la imprescindible integración regional. Claro que para dirigentes como Noboa, Bukele, Mulino o Milei es muy jugoso. Son poderes cipayos, históricamente asociados a nivel político, económico y cultural con el hegemón del norte, por lo que no hallan contradicción alguna en semejante sumisión. Al contrario, con seguridad encuentran cierto gusto al vender sus países al Tío Sam.
Imagen: Infobae
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