ARTES VISUALES

Artistas uruguayos que nacieron y murieron hace cien años

01.02.2021

MONTEVIDEO (Uypress/ Nelson Di Maggio*) - Los aniversarios adquirieron la equívoca y probablemente incontable condición de algo ya transitado en forma reiterada, de aumentar en tiempos sucesivos que, en vez de iluminar la creación original, la mediatizan, la convierten en referencia mecánica que se supone consabida.

En el tembladeral de la época actual, adquieren, empero, otra significación. Rescatar a un artista del pasado es refrescar una memoria, actualizar un pasado de ideas, sentimientos, modas y modalidades estéticas y filosóficas que habitaron, inadvertidamente, su producción.

 

 

Es posible interrogar en los centenarios ciertas incongruencias y acaso preguntar si existen una o varias historias de arte. Juan Manuel Blanes (1830-1901) y Carlos F. Sáez (1878-1901) murieron el mismo año. El primero cierra el largo ciclo del canon pictórico representativo; el segundo irrumpe con el alegre descubrimiento de la novedad, del camino abierto a todos los posibles. Son contemporáneos, pero no coetáneos. Manuel Espínola Gómez (1921-2003) y Anhelo Hernández (1922-2010) son casi coetáneos: uno va directo a la abstracción cargada de erotismo y otro recorre la narrativa histórica y el retrato. Lo mismo sucede con dos personalidades alemanas: Lucien Freud (1922-2011) y Joseph Beuys (1921-1986), casi coetáneos. Dos grandes de la posmodernidad; uno trabaja enormes cantidades de materia hasta convertir sus desnudos en una enloquecida, exasperada carnalidad en lujuriosa exhibición de virtuosismo; el otro despoja el arte de imágenes y referentes inmediatos para subjetivizar, ecologizar y politizar situaciones mediante instalaciones y performances, ya sean perdurables (plantación de 5000 robles) o efímeras. En resumen, todo transcurre entre la perdurable manualidad del arte, el creador único, o la defunción de lo tradicional con el empleo de la tecnología donde el sujeto desaparece, usa cosas ya hechas, copia las que circulan en el mundo de la publicidad y se adueña de lo que otros hicieron. La complejidad de la posmodernidad consiste en esas contradicciones aparentemente insalvables al postular el pluralismo y los procedimientos de la industria en la realización. El artista es creador de la idea independientemente de quien la ejecute. Los modelos en el arte perdieron su legalidad y así si la tradición perdura es para no dejarla en el olvido. El cambio sucedió a partir de los 70: la vanguardia perdió su vigor y la esperanza del progreso infinito y el muy trillado fin de las grandes narrativas. La idea de la modernidad del progreso, en la variedad de sus adopciones (los sucesivos ismos), revela un intento de suprimir el pluralismo constitutivo de la dinámica viva de las sociedades históricas. Felizmente, no hay una, sino varias historias de arte en el siglo xx o, por lo menos, historias paralelas. La actualidad requiere modificar el pensar y encontrar nuevas estructuras de apresarlo y decirlo en una época sin contactos, ignorante de las nuevas realizaciones (quizá siguiendo las ya conocidas) y la saludable duda de que nada será como antes. A pesar de transcurridos varios años se debe estudiar el pensamiento de Félix Guattari al recordar la subjetividad plural y polifónica que no conoce ninguna instancia dominante que gobierne a las demás instancias como una respuesta a una casualidad unívoca. La mutación existencial colectiva tendrá la última palabra, según el autor de Caosmosis.

El pandémico 2021 resalta cuatro grandes pintores: Manuel Espínola Gómez (1921-2003), Agustín Alamán (1921-1995), Dumas Oroño (1921-2005) y Antonio Pezzino (1921-2004). Se anotan en el recordatorio, de interés, pero con menos espesor histórico, Eduardo Gandós (1921-1986), Manuel Otero (1921-2003), Nelsa Solano Gorga (1921-1984), Edgardo Ribeiro (1921-2006), José Echave (1921-1983), pintores; Andrés Feldman (1921-1967) y Hugo O'Neill Hamilton (1921-2004), grabadores, y Alberto Savio (1901-1979) (1901-1971), escultor.

A fines de la edad de oro de la cultura nacional, la década de los 50, comenzó a surgir la segunda vanguardia artística uruguaya. La brillante y perdurable existencia de la generación obediente al geometrismo (José P. Costigliolo, María Freire, Antonio Llorens) quedó desplazada por la irrupción de la corriente informalista cargada de vitalidad e improvisación. El gesto espontáneo contra la pausada meditación. El cuadro de caballete dio paso a la pintura sobre el soporte en el suelo en una danza del artista a su alrededor. Jackson Pollock fue el paradigma absoluto. El brasileño Manabu Mabe lo hizo en su país y en el Instituto de Cultura Uruguayo-Brasileño mostró su asombroso criterio coreográfico empleando una larga cuchilla empapada de pintura. Las innovaciones aparecieron a un ritmo frenético, del pop al op, hasta que la tecnología acaparó el panorama y sus infinitas posibilidades en experiencias y descubrimientos. Son anotaciones rápidas para ubicar a las personalidades centenarias.

Nacido en Solís de Mataojo, Manuel Espínola Gómez formó parte de esa segunda vanguardia, acompañado por Agustín Alamán, el enorme Washington Barcala y Juan Ventayol, para citar el núcleo central más destacado. Pintor, dibujante, diseñador gráfico, amigo y protegido del coterráneo músico Eduardo Fabini, reconoció su condición de autodidacto más que su breve formación. Durante un bienio estudió con José Cuneo y ya de joven reveló su ímpetu creador con el vangoghiano cuadro Circo al mediodía (1939) cercano al impresionismo en la pincelada suelta y la riqueza matérica. Al visitar la bienal paulista en 1953, impresionado por el Guernica de Picasso se acercó al expresionismo e hizo de los contrastes en blanco y negro el factor dominante. Sifón, de 1954 (ver foto), sorprendente primera obra por su madurez expresiva, levantó polémica y rechazo. Un objeto vulgar convertido en una poderosa y dramática sensualidad que signará toda su obra por venir. Integrante del Grupo Carlos F. Sáez (1949), frecuentó la bohemia de la época en las infaltables tertulias de café (Tupí Nambá, Sorocabana), auténticos centros culturales de discusión y encuentros variopintos. Activo integrante y enérgico conductor de la asociación de artistas, viajó a Cuba, Checoslovaquia, Alemania Oriental e Italia (1966), en franca disidencia con sus camaradas comunistas y de la estética impuesta por el partido. No se mantuvo aferrado a la misma línea. Supo aceptar la neofiguración circulante en Los gordos (1961), una sabrosa y opulenta figuración; retornar a la abstracción en composiciones estriadas horizontales (Adherencias, 1961); dejar entrever elementos de la realidad en Persianas del mismo año y experimentar con el polifocalismo y el surrealismo magritteano; utilizar el grafito y la crayola para retratar a sus amigos Jesualdo, María Carmen Portela, Luis E. Pombo y Clara Silva, en 1972. De un entramado barroco y crepuscular, con instancias alusivas a la dictadura militar en Arena asombrada (1977), pasa a la serie Divertimentos o Improvisaciones con biromes de color y grafito en 1997, en un irrefrenable recorrido de insatisfacciones estéticas que nunca se condensan en un ordenamiento coherente. Inconformista y de cambiantes ideologías políticas, desde la izquierda combativa al liberalismo tradicional, eludió la auténtica vanguardia en su errática y no muy prolífica trayectoria, signada por un fuerte individualismo y el capricho innovador evidente en la decoración interior del Palacio Estévez al romper la delicada tranquilidad del espacio interior con barroca brutalidad, el enmarcado de los cuadros que anula la pintura, propia y ajena, los montajes, el diseño de catálogos y textos arbitrarios plagados de arbitrariedades idiomáticas. Una personalidad mayor y contradictoria, inventiva y polémica. Recibió el Premio Figari 2000.

El pintor español Agustín Alamán emigró a Uruguay en 1955. Desde su oficio de obrero de la construcción desenvolvió una importante actividad pictórica, primero en la tendencia geométrica de mesurados hallazgos y posteriormente, durante la multiplicidad renovadora de la década de los sesenta, se distinguió como uno de los máximos representantes del informalismo, por sus dimensiones enormes y el espesor de la materia, trabajada con energía directa de impactante visualidad. Participó en importantes encuentros colectivos nacionales e internacionales, además de realizar varias unipersonales. Hombre de convicciones claras y directas, su obra se caracterizó con fuerza expresiva con sutiles alusiones a la represión franquista (estuvo en campos de concentración en Francia), como lo hizo en Belchite, de sugestiva intensidad emocional y uno de sus mejores cuadros. También practicó la escultura y realizó joyas hidráulicas desde fines de 1950 y 1990. Regresó a Madrid, abandonó la pintura y se dedicó en sus últimos años a la marquería.

Dumas Oroño nació en Tacuarembó y se formó en el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes (Ienba), con esporádica asistencia al Taller Torres García. La docencia ocupó buen lugar en su existencia al concurrir a diversos institutos docentes de Enseñanza Secundaria, el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y Museo de Bellas Artes de San José, del cual fue fundador en 1947. Personalidad cálida y comunicativa, Oroño se desempeñó como hábil gestor cultural a varios niveles, así como fueron múltiples sus lenguajes visuales (dibujo, cerámica vidriada, calabazas decoradas, vitrales y cemento repartidos en los más de veinte murales de Montevideo). Profesor nato, escribió libros sobre la experiencia docente (La expresión plástica infantil, Cinco cuadernos pedagógicos, El dibujo en el liceo). Viajó por Europa, Brasil, Cuba y elaboró una obra pictórica de variada temática, más figurativa o más abstracta, en la que se distinguen las notables series Relieves y estratificaciones, Las antipinturas, de vínculos sutiles a los cánones torresgarcianos, arropadas de una impalpable poesía. Recibió el Premio Figari 2004.

Antonio Pezzino nació en Córdoba, Argentina, y estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Dr. José Figueroa Alcorta. Se trasladó a Buenos Aires y trabajó en talleres libres. Viajó a Bolivia en 1942, permaneció seis meses y aprovechó para estudiar la cultura precolombina. Luego se radicó en Montevideo e ingresó al Taller Torres García; viajó a Europa estudiando medio año y al regresar integró el equipo de la imprenta As como diseñador gráfico, una actividad que supo ejercer con intensidad en la ilustración y diagramación. De cambiante trayectoria, tuvo independencia en relación con las enseñanzas canónicas del Taller Torres García. Transitó por el retrato, el desnudo, la naturaleza muerta y el paisaje, aunque fue en el entendimiento de una exultante afirmación matérica puntillista-fauvista y el signo abstracto que obtuvo sus resultados más convincentes.

 

* Nelson Di Maggio.  Critico de Arte y Curador de Exposiciones.

nelsondimaggio@gmail.com

Cultura
2021-02-01T06:22:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias