SÉPTIMA ENTREGA
Cuentos & versos en cuarentena
05.06.2020
MONTEVIDEO (Uypress) - Les presentamos los trabajos de Laura Santestevan Bellomo y de Iratze Legaspi Legaspi. Seguimos recibiendo textos en: uypress@gmail.com.
Los textos de este viernes son:
En buses amordazados, de Laura Santestevan Bellomo
Bajo sus pies, de Iratze Legaspi Legaspi
En buses amordazados
Laura Santestevan Bellomo
Volvía ayer noche de lo de mi hija. Subía a un bus. Cansada, abrigada, cargada con bolsas, comida, libros, cartera. Con miedo de perder algo, el chal, el monedero, el boleto, la plata del segundo boleto que me trasladaría fuera de Montevideo. No podía perder, olvidarme de nada. Al subir, pago mis monedas y muero. Toda la gente sentada, durita, erguida, con un emplasto delante de la cara que les cubría boca, nariz, mejillas. Todos serios, callados, como alumnos antiguos de un colegio de monjas crueles a los que hubieran amordazado por mala conducta. Sujetos humanos atados, acallados, silenciados, privados de su oxígeno, sofocados sus movimientos por aquellas bridas equinas que los orientaban en una única dirección. Terroristas de cara tapada, en fila, dirigidos a algún objetivo desconocido. Seres de otro planeta, alienígenas, técnicos equipados en un CTI de alto, exponencial riesgo. El chófer, guarda a la vez, portando una careta, un emplasto peor, complejo, cargado de tecnologías, ortopedia salida de un hospital espacial, además de guantes de goma, látex, qué sé yo.
"Ay, mi tapabocas, mi barbijo, ¿podré subir igual? Debo tenerlo, debo portarlo, me faltan manos para sacarlo del bolsillo, Dios, dame otra mano, debo agarrar mi barbijo".
El chófer/guarda me cobró sin decir nada, me instalé, me puse las bridas, me senté derechita, y fui una más de aquel extraño grupo de marcianos de aeronave espacial o de caballos viajeros encerrados en una caballeriza rodante.
Bajo sus pies
Iratze Legaspi Legaspi
De pronto, entré al cuarto y lo noté casi muerto.
No entendía mucho lo que pasaba, hasta que recordé lo que había sucedido el día anterior. Martín y yo estuvimos planeando esto por meses, casi un año, y al fin había llegado el día en el que dejaríamos a nuestra familia demente y nuestras vidas de mentira, atrás, y seguiríamos adelante juntos, como hermanos, buscando sobrevivir.
Martín es el menor, nunca fue una persona arriesgada o impulsiva, esa siempre fui yo. Él es inteligente, bueno con los demás, aunque un poco complicado. En cambio, yo soy todo lo opuesto. La verdad, no me iba muy bien en el colegio, a veces puedo ser un poco terca, y no me llevo muy bien con mi entorno, salvo con mi hermano, él es lo más importante que tengo.
El día antes de nuestro escape, Martín lo había pasado con su novia, la cual a mi no me caía muy bien, pero en el fondo, yo sabía que no se parecía a nuestra familia. Fue difícil su despedida, ya que era muy posible que no se volvieran a ver. Nadie sabe a donde vamos, tampoco les puedo contar.
La idea es que no nos sigan.
Llevábamos mucha comida, bebida, objetos personales y de ayuda para sobrellevar la situación, ya que probablemente estaríamos un largo tiempo allí, sin poder salir ni hablar con nadie.
Cuando llegamos a destino, era de noche, hacía frío, y se escuchaba la brisa del viento que chocaba con las ventanas de las casas.
-Yo creo que nadie nos encontrará- dije susurrando. Es el lugar menos pensado para ellos.
-¿Y si nos siguieron? Tal Vez no estaban dormidos- respondió, nervioso, Martín.
Claramente, mi hermano estaba aterrado, sin embargo, nos sentamos en el suelo y empecé a cantar una canción hasta que se durmió. Eso lo tranquiliza. Él me dice siempre que mi voz es como la de un ángel.
Tampoco para tanto, yo no creo que sea así, pero a Martín le ha gustado desde chico, desde que estaba en la panza de esa mujer con la cual, lamentablemente, compartimos la sangre.
Se preguntarán por qué hablo tan mal de esa mujer y de nuestra "familia", ¿qué nos habrán hecho? Fueron unas personas horribles con nosotros, no hay palabras suficientes para describir a esas bestias, pero si nos encuentran, nos matan, y esta vez es literal.
Acosté a mi hermano en un cuarto del lugar en el que estábamos y saqué una manta de mi bolso. En ese momento, encontré un sobre misterioso dirigido hacia mí. Tapé a Martín y me fui a otra habitación, para abrirlo.
Dentro del sobre había una foto borrosa en la que se veía una persona acostada y algo rojo cubriéndola. Recordé que la manta con la que había abrigado a mi hermano era de ese color.
Ya no tiene sentido que les siga ocultando nuestro escondite; si, estamos bajo sus pies, un lugar inimaginable, pero al parecer nos encontraron igual.
A la imagen se adjuntaba una carta firmada por aquellas bestias, que decía lo siguiente: "Nos alegra que estén bien. Ya saben lo que va a pasar ahora. Recuerden que siempre los quisimos".
Pocas veces me asusto, esta fue una de ellas.
Corrí a buscar a Martín para irnos, sin embargo, ahí fue cuando lo encontré moribundo. Apenas hablaba y no podía respirar, creo que se estaba asfixiando. Me suplicó, con todas sus fuerzas, que siguiera adelante, que siguiera por los dos...
No tuve tiempo de decirle cuánto lo quería y cuánto me importaba.
Lo extraño tanto, él era mi hermanito, mi única familia.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias