Romper el silencio
Hijos de represores chilenos cuentan su historia
23.07.2019
SANTIAGO (Sputnik/Angelina de los Santos) – Un espacio de desahogo, pero también de comunión para la acción política: así funciona el colectivo Historias Desobedientes en Chile, formado por hijos y familiares de represores que cometieron delitos de lesa humanidad en la dictadura.
(Integrantes de Historias Desobedientes de Chile en la Marcha por la Memoria en Buenos Aires, marzo de 2019/Foto cortesía Verónica Estay)
Sputnik te cuenta su historia, la de los que convivieron con el horror perpetrado por genocidas, y se rebelaron.
"Aunque en el plano afectivo unos y otros miembros puedan atravesar distintos estados, muy contradictorios incluso, en el plano político y ético nosotros llevamos un discurso firme y que no admite concesiones ni ambigüedad posible", dijo a Sputnik Verónica Estay, vocera de Historias Desobedientes de Chile.
El colectivo defiende la Memoria, Verdad y Justicia en relación a los crímenes cometidos por sus familiares durante la dictadura, que duró 17 años.
Entre el 11 de setiembre 1973 y el 11 de marzo de 1990, el estado chileno mató a 2.300 personas, detuvo y desapareció a 1.200, y encarceló y torturó a casi 29.000. Sin contar a los hijos y familiares que también sufrieron la represión en sus propias casas.
"Nuestra historia está dormida, pero presente", dijo a Sputnik Sandra Contreras Pizarro, integrante del grupo, hija del suboficial mayor Manuel Contreras Donaire, homicida de presos políticos, torturador dentro y fuera del cuartel. "La sociedad sabe que está la historia de los que fuimos víctimas y victimarios a la vez".
Hasta los 18 años Contreras Pizarro vivió en una villa militar, bajo el rigor de su padre, junto a su madre, Leonor, y tres hermanos. Ella, dos años mayor que el hermano más chico y nueve menos que la hermana más grande, era "la más rebelde, la oveja negra, la de sangre roja", por eso cree que su padre se empecinaba en pegarle, aunque todos recibían golpes.
Le decían que era "la Gladys Marín" de la familia, en alusión a la secretaria general del Partido Comunista de Chile, cuyo esposo fue detenido y desaparecido por la dictadura. Contreras Pizarro no recuerda momentos gratos de su niñez. "Siendo chica no sabía por qué me agredían, por qué me pegaban, porqué hacían esto, lo otro. Nací en una familia muy 'facha' [fascista] que adoraba mucho a nuestro general Pinochet. Fue difícil", dijo a Sputnik.
(Sandra Contreras Pizarro/Foto cortesía)
En marzo de 2019, a casi 46 años del golpe de Estado del general Augusto Pinochet, hijas, hijos y familiares que se rebelaron contra sus progenitores decidieron hacer oír su voz en el espacio público y fundaron una réplica del colectivo argentino Historias Desobedientes.
"Desde posiciones diversas, con relatos de vida muy distintos; con vergüenza, con culpa o con rabia, con pena o con ternura, cada uno de nosotros ha decidido romper con el mandato de silencio que hasta ahora ha reinado entre los perpetradores, tanto civiles como miembros de la familia militar", plantean los chilenos en su declaración de principios.
El colectivo se trazó 11 objetivos, que van desde modificar la Constitución y anular efectivamente la ley de Amnistía para intensificar los enjuiciamientos y condenas a los represores, hasta el cambio del régimen de pensiones de los militares y la reivindicación de los derechos de la mujer, tipificación del delito de "violencia política sexual" como un crimen de lesa humanidad.
Orígenes
En Argentina el grupo surgió en mayo de 2017 tras el polémico fallo de la Corte Suprema que permitía que genocidas gozaran del beneficio conocido como "2x1" -un régimen penal que computa doble cada día de prisión preventiva sin condena-, aunque luego fue desestimado.
El nacimiento del brazo chileno tuvo otras raíces. José Luis Navarrete Rovano, conocido como 'Pepe' -que militaba en el colectivo argentino como hijo de un genocida pinochetista-, en 2018 invitó al grupo a Estay, hija de presos políticos chilenos y sobrina de un represor. En marzo de 2019, cuando se sumaron más personas con lazos filiatorios a represores chilenos, decidieron establecer su propia asociación y llevar la lucha por memoria, verdad y justicia al otro lado de la cordillera de los Andes. "No se trata solo de un grupo de apoyo humano, sino también político, jurídico", señaló Estay.
Actualmente hay 10 "desobedientes" en Chile, y tres "desobedientes potenciales"; personas que se contactaron con el grupo, a las que les enviaron información y están pensando qué hacer, si sumarse o no. "Es un proceso complicado", aseguró Estay.
Sin reconciliación
Decidir romper el silencio y rebelarse contra la familia militar implica transitar un proceso doloroso e intransferible, lleno de sentires contradictorios que "no se pueden juzgar de afuera, porque realmente son posiciones muy complejas las de los hijos y familiares de criminales", explicó Estay.
Sin embargo, asegura que la mayoría de las personas sienten vergüenza y constantemente están luchando contra la culpa, prejuicios, e incluso "teorías deterministas biológicas, que dicen que el hijo de criminal tiene que ser criminal también".
Hay un torbellino de emociones, "un recorrido que va desde el no saber a la sospecha, a la negación -porque es normal que a uno le cueste creer, que piense que no fue tan así-, hasta llegar, finalmente, a la asunción de lo que pasó y el descubrimiento de la verdad, y sobre todo, al final, que es lo que nos une, a la toma de posición política. Es todo un recorrido, porque no todos llegan al final", indicó Estay.
Una historia desobediente
Contreras Pizarro sí llegó al final, aunque dice que su recorrido no va a terminar hasta que sepa que su padre está muerto. Ella es una de los cuatro hijos que Contreras Donaire tuvo en su primer matrimonio.
El suboficial y su colega Miguel Letelier Verdugo fueron penados con ocho años de prisión en 2002 por el asesinato en 1982 de Tucapel Jiménez, presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales. "Cuando lo toman preso, mis hermanos sufrieron mucho pero en silencio, no se imaginaban todo esto. No creyeron. Recién ahí pudieron atar cabos de la vida que llevábamos anteriormente. De los golpes, de todo lo que él hacía. Para ellos creo que fue más doloroso que para mí darse cuenta de la persona que tenían como papá. Yo sí sabía, yo dije 'mi papá así como es... Él no solamente hizo eso, él hizo muchas cosas más, muchas cosas atroces que uno no va a terminar nunca de saberlas'", advirtió.
No obstante, el expresidente Ricardo Lagos (2000-2006) indultó a Contreras Donaire en 2005, apelando a su buena conducta, edad (entonces el represor tenía 60 años), cumplimiento de dos tercios de su pena, y a que padecía de cáncer de próstata. Cuando Contreras Pizarro se enteró, sintió una "estocada súper grande en el pecho".
"Ahí me morí. Yo voté por Lagos". Pensó que si el expresidente lo estaba indultando porque tenía cáncer, debería fallecer pronto. "Yo no sé si falleció o no, y creo que lo sabría porque es una noticia. Espero algún día leerla, ahí recién voy a quedar en paz", dijo a Sputnik.
El padre de Sandra es el único militar condenado por delitos de lesa humanidad indultado en democracia.
La última vez
Tenía 16 años. La golpiza fue la respuesta que Contreras Donaire dio a su familia cuando le informaron que su hija mayor estaba embarazada. El militar consideraba que era una deshonra, porque no estaba casada.
Contreras Pizarro y sus hermanos sabían que cuando su padre se enterara les iba a "sacar la mugre" (propiciarles una paliza), por eso lo esperaron "preparados con tijeras, un bate de béisbol, una raqueta" para defenderse. Aún así no pudieron con él. Los golpes fueron de tal magnitud que algunos vecinos intervinieron, a pesar del mandato de silencio y no intromisión que regía implícitamente en la villa militar.
Ella y su hermana terminaron en manos de médicos, a los que les tuvieron que mentir: "dije que me había caído de la bicicleta, porque también era un hospital militar, tapaban todas estas cosas que estos caballeros nos hacían".
A los 18 años, cuando su padre decidió irse a vivir a Arica (norte del país) con otra familia, Contreras Pizarro, sus hermanos y madre se fueron de la villa militar. Al año siguiente Sandra se casó y empezó a rearmar su vida, trabajando como auxiliar de enfermería. No supo más de él hasta abril de 2006, cuando reapareció para solicitar el divorcio de Pizarro, de quien se había separado de hecho en 1988.
"Él llegó para hacer daño, y yo estoy hasta aquí, y dije 'de alguna forma tengo que parar'. Ahí es cuando me comunico con Tucapel Jiménez Fuentes", el hijo del que su padre asesinó y degolló después de muerto.
"Le dije: 'yo soy hija de Manuel Contreras Donaire, quien mató a su papá'. Lloramos, nos juntamos, fue súper fuerte lo que vivimos. Así como él dijo que hay hijos que nos matan a nuestros padres, también hay hijos abusados dentro de la institución uniformada". Lo llamó para pedirle ayuda para defender en los tribunales a su madre.
Jiménez Fuentes las ayudó, pero su padre "tenía todo arreglado", y dejó a Leonor "totalmente desamparada, en la calle, sin un veinte [dinero]". Contreras Pizarro cuenta que en el juzgado inventó insultos para gritarle, y que su padre no la reconoció.
Verlo, la situación, los recuerdos, le "gatillaron" una depresión severa. Su psiquiatra le recomendó que se desahogara, que contara qué le había pasado, que hablara de las penas que la afligían. A pesar de "las contraposiciones que tenía encima de toda su familia", así lo hizo. "Decidí hablar de todo porque mucha gente de la villa militar sabía y estaban callados, de lo que hacía mi papá".
El destape
En 2007 concedió una entrevista a La Nación que recuerda como un "quiebre" en su vida, tomar notoriedad pública la ayudó a "salir adelante": encontró apoyo en la palabra de miles de personas que la contactaron de todas partes del mundo para hacerle llegar palabras de aliento.
Hasta hoy es la única de su familia que decidió hablar. Pide a personas como ella, "naturales, amigos que vivieron en la villa militar", que se sumen a Historias Desobedientes y cuenten las "atrocidades que vivimos encerrados". "Era una villa muy hermosa, donde pudimos vivir nuestros mejores años de niñez, pero pasamos todos muchas penas. Este colectivo que tenemos acá ojalá sirva para poder ayudarnos, para poder desahogarnos".
Muchos más
Así como Contreras Pizarro, hay más personas que se han rebelado contra la familia militar. Una es Vittoria, de 55 años, hija del torturador 'El Perro' Pienovi, que también sufrió violencias en su infancia y usa seudónimo para narrar sus experiencias. Según contó a Chicago Tribune, su padre "entregó" a su madre al Ejército, y a ella la violó. Su padre falleció en 2006. Nunca enfrentó algún proceso judicial.
Estay, que es compañera de Vittoria en el colectivo, dijo a Sputnik que utilizar un sobrenombre "es una manera de luchar contra la culpa, vergüenza, pero también de asumir públicamente una ruptura con el vínculo filiatorio".
Otra historia es la de Rovano, hijo de un genocida pinochetista. Según el relato de The Clinic, Rovano pasó gran parte de su vida sin saber quién era su padre, hasta que un día decidió buscarlo y lo encontró en un expediente judicial.
El coronel en retiro de Carabineros -ya fallecido- Rodrigo Alexe Retamal Martínez fue condenado en 2007 por el homicidio de seis militantes comunistas, pero no cumplió la pena porque la causa fue amnistiada. Rovano contó a The Clinic los esfuerzos que ha hecho para romper con la herencia de su padre, antes y después de conocerlo, cuando tenía 35 años.
Hay tantas historias como tantos que las quieran contar. Para hacer frente al "contexto reaccionario y a la ola de negacionismo y de retroceso" que atraviesa Chile -pero también América Latina-, piden romper con el pacto de silencio.
"Hay mucho trabajo por hacer", resumió Estay.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias