Viva Cuba

Gabriel Papa

15.10.2015

Quince meses después del histórico anuncio, en diciembre de 2014,de la "normalización" de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el presidente Obama visita La Habana. En el interim, las relaciones comerciales, de inversión,financieras y turísticas entre La Isla y la mayor potencia mundial comenzaron a reconstruirse a paso firme.

La columna que se republica a continuación se repasan, a partir de las palabras pronunciadas por el Che en Montevideo en 1961, algunos de los desafíos que enfrenta la economía cubana, así como la América Latina, actualmente.

"No, felicitaciones no, porque a nuestro pueblo le cuesta eso", fueron las palabras de Ernesto Ché Guevara ante los aplausos, vivas y  "felicitaciones" que gritaban los estudiantes cuando,  el 17 de agosto de 1961 en el Paraninfo de la Universidad y en el marco de una conferencia sobre "Desarrollo Económico", aludió al "cierre definitivo del mercado norteamericano" para su país. Es que, para el Ché, lograr "mercados estables, cada vez mayores y diversificar el comercio exterior" era uno de los tres pilares, junto la Reforma Agraria y la industrialización, del desarrollo económico. Del valioso y valiente discurso del Ché en Montevideo, de la economía cubana y, con la benevolencia del estimado lector, de algunas experiencias del autor de estas líneas en tierras cubanas  se escribirá en esta columna.

La decisión de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, hecha pública el 17 de diciembre de 2014, de "normalizar" las relaciones entre los dos países fue, sin lugar a dudas, "histórica", entre otros motivos porque el compromiso asumido fue seguido de una sucesión de medidas en el plano económico, financiero y diplomático que van en línea con la construcción de relaciones "normales" entre Estados que supieron estar enfrentados a muerte en el campo político, también, en el plano material.

En cualquier caso es imposible calificar de otra forma que "histórica" una decisión que pone formal y sustantivamente punto final a un capítulo de la Guerra Fría que aún sobrevivía y, al hacerlo, abre la posibilidad para la construcción, por parte de los cubanos, de un futuro económico y político de desarrollo y libertades en condiciones sustantivamente mejores que sin "normalización".

Una decisión, además, que tiene proyección continental ya que remueve uno de los obstáculos que entorpecía la relación, todos tipo de relación, entre los pueblos y países de América Latina y  Estados Unidos.

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"Otra condición indispensable para el desarrollo es el lograr mercados estables y cada vez mayores, y además diversificar el comercio exterior", decía el Ché en su conferencia sobre Desarrollo Económico, luego de plantear los que eran, según su criterio, los otros dos factores, la Reforma Agraria, que habría de permitir desarrollar la base agroprecuaria y apuntar a la "seguridad alimentaria" (si se permite la licencia de usar un término que, por entonces, no existía pero al cual se refirió conceptualmente el Ché) y la industrialización, especialmente la pesada. 

"Cuba ha desarrollado relaciones muy amplias con todos los países socialistas", decía el Ché. Y ante los aplausos de la audiencia, agregó con absoluta lucidez, "desgraciadamente el estado de guerra en que se vive en el Caribe, ha hecho que estos mercados no hayan sido logrados mediante una expansión real del comercio, sino sustituyendo por toda una serie de mercados que se perdieron y el más importante para nosotros, el mercado norteamericano, que ya ha sido definitivamente cerrado a fines del año pasado...",  momento en el cual tuvo, nuevamente, la lucidez y sinceridad de agregar, ante los vivas de los asistentes, "felicitaciones no, porque a nuestro pueblo le cuesta eso. Naturalmente que lo aceptamos, es lógico que si hay que pagar ese precio se pague tranquilamente..  Pero no le hace bien a nuestro pueblo, ni le hace bien tampoco, aunque parezca mentira, dado el tamaño de nuestro mercado, no le hace bien a los Estados Unidos".

El Ché Guevara describió con lucidez las dificultades creadas por el bloqueo comercial de Estados Unidos, especialmente a partir de la extrema dependencia que tenía La Isla con la superpotencia. "Prácticamente Cuba era, simplemente, una parte del territorio de Estados Unidos. Allá los ingenieros de una fábrica, por ejemplo, no sabían cómo era un repuesto; conocían el repuesto por una sigla; ellos pedían el XZ21, por ejemplo, y le venía entonces de New York el XZ21. Cuando nosotros cambiamos los mercados, imagínense eso en cientos y cientos de fábricas: no podíamos ir a pedir a mercados nuevos, que no tenían todas esas claves, el XZ21, que no significa nada; y había que examinar la pieza, dibujarla, hacerla a veces, crearla en la forma en que mejor pudiéramos, sustituirla por otro sistema otras veces, y, en algunos otros casos, se podía hacer compatible con algunos de los productos de nuestros nuevos mercados".

Pero, a pesar de las serias dificultades provocadas por el bloqueo y de la guerra económica ya instalada entre ambos países, era tal la relevancia que el Ché Guevara le adjudicaba a la calidad de la inserción económica (tomando la licencia de traspolar el término) como factor de desarrollo que, a menos de 5 meses de la invasión de Bahía de Cochinos patrocinada por los propios Estados Unidos, que, con total franqueza, agregó que "nosotros, con toda nuestra dignidad, hemos anunciado repetidas veces, la disposición del gobierno cubano para tratar seriamente los problemas del intercambio con los Estados Unidos y con algunos otros países con los que hemos tenido problemas, desgraciadamente no se ha podido hacer todavía".

La necesidad de acceder a los mercados en condiciones competitivas es, especialmente para una economía pequeña, como Cuba entonces o Uruguay actualmente, un imperativo para diversificar la producción y recorrer el camino del desarrollo, cualquiera sean las bases de su funcionamiento económico.

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Pretender minimizar el impacto sobre la economía de La Isla de la política exterior de Estados Unidos únicamente se puede explicar desde la ignorancia o el sesgo ideológico. Entre otros motivos porque no se trató únicamente de la prohibición de comerciar y, más en general, de mantener relaciones económico-financieras entre una pequeña economía, la cubana, y su referente económico natural, por entonces y ahora la mayor superpotencia económica del mundo, sino, también, porque además de una activa política de bloqueo y agresión (que llegó al plano militar), Estados Unidos también pretendió, y logró, afectar el "normal" vínculo de Cuba con terceros actores y mercados.

Y si alguna duda queda, piénsese en las consecuencias que tuvo sobre nuestra economía, al inicio del primer gobierno del FA, el bloqueo del Puente San Martín y multiplíquese por lo que serían los efectos de un bloqueo total de las relaciones económicas, animosidad incluida, con Argentina y Brasil y se tendrá una idea, aproximada y de mucho menor envergadura, de lo que significó para Cuba el corte del vínculo económico con Estados Unidos.

El enfrentamiento de Cuba con Estados Unidos se dio en marco de la Guerra Fría, lo que significó, además de su aislamiento durante década de los mercados latinoamericanos, la construcción de un vínculo económico con los entonces países socialistas ajeno a las más básicas reglas de mercado, lo que generó una nueva dependencia, que le pasó una pesada factura cuando se produjo la implosión del bloque socialista.

En definitiva, y más allá de las opciones que realice el pueblo cubano en relación a las reglas básicas a las cuales pretenda se ciña el funcionamiento económico (aquellas que hacen a las formas de propiedad de los medios de producción o al papel del mercado como asignador de recursos, entre otras), la decisión del pasado 17 de diciembre le ofrece a la República de Cuba la oportunidad de comenzar a dejar atrás un conjunto de obstáculos y distorsiones que pesaron, y pesan, fuertemente sobre su desarrollo económico.

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Cuenta la leyenda que, habiendo preguntado Fidel Castro si había algún "economista" durante una reunión de trabajo, el Ché Guevara, habiendo entendido "comunista",  levantó su mano, siendo así designado para presidir el Banco Nacional de Cuba. La anécdota, improbable, ha sido aludida por el propio Fidel Casto para enfatizar el carácter político que, además del técnico,  debe tener la conducción de los asuntos financieros.

Economista o no, son extremadamente interesantes muchos de los conceptos manejados por el Ché Guevara en su conferencia. Por ejemplo, cuando aludió a la importancia de la "estabilidad de precios" para preservar el nivel de vida de los trabajadores ("no debe olvidarse nunca que hay que cuidar mucho un factor para que el desarrollo pueda hacerse ordenado y pueda realmente rendir los frutos que de él se esperan, que es la estabilidad de los precios, si los precios empiezan a correr una carrera con el aumento de los salarios sobre el aumento de la producción en general, ocurre que el desarrollo poco a poco se va deteniendo") aunque remitiendo explícitamente a la herramienta del "control de precios" para lograrlo, sin, por cierto, negar los sacrificios que el "racionamiento" asociado a dicho control podía provocar.

El Ché Guevara le otorgaba un gran valor a la herramienta de la planificación, subordinada a dos "condiciones básicas" que, entendía, se cumplían por entonces en Cuba: "que los trabajadores hayan conquistado el poder político -cosa fundamental- y la otra es que sean los dueños de los medios de producción". Tal confianza no le impidió reiterar en varias oportunidades que la planificación era un proceso muy "difícil" y muy "arduo". Es sabido que la planificación fue una herramienta en la que el poder político y técnico de la región tenía muchas esperanzas en la región durante la década de los 60'. Esperanzas, por lo general, que no fueron honradas. Claro está, la planificación, con sus variantes, que son muchas, requiere de condiciones políticas y capacidades materiales para ser una herramienta efectiva.  

El papel, y la secuencia, de la inversión ("los medios de producción")  y el gasto público social ("escuelas y casas") y la infraestructura ("caminos") fueron otros temas sobre los cuales el Ché Guevara vertió interesantes conceptos, y aplicables urbi et orbi. "Un programa de desarrollo que empiece por ver el número de escuelas, de casas o de caminos que se va a hacer, es irreal. El desarrollo social es algo realmente imprescindible y es por lo que todos luchamos. ... El desarrollo económico es nada más que el medio para lograr el fin, que es la dignificación del hombre. Pero para lograr ese fin, hay que producir, porque si se empieza a hacer las casas antes de construir las fábricas de cemento, va a haber un momento en que no va a haber riquezas para que esas casas puedan siquiera ser habitadas, no va a haber trabajo para el hombre que la habite, no va a haber ninguna garantía de que la familia de ese hombre, al que se le ha dado una casa, pueda comer todos los días gracias al trabajo de sus miembros. Por eso hay que empezar por el principio, que es el aumento de los medios de producción.", explicó el Ché Guevara, jerarquizando el papel de la inversión, tan relevante en Cuba, y en Uruguay, antes como ahora.

Las listas de escuelas, caminos, puentes y obras de todo tipo y color, en Cuba, Uruguay o en cualquier parte del mundo, tienen que estar vinculadas a los respectivos diseños de financiamiento, además de a sus fundamentos económicos y sociales. De lo contrario quedarán en eso, en enumeraciones que no saldrán del papel, o peor, serán apenas negocio para las empresas constructoras y un peso para el país, sobreendeudamiento público e in-sustentabilidad de las cuentas fiscales mediante.

El estímulo moral, una herramienta de superación personal y colectiva y solidaridad en la cual el Ché confiaba y que tenía un importante papel en el desarrollo económico. "Los pueblos pueden hacer realizaciones enormes cuando están llevados por la llama revolucionaria, cuando están en una situación especial de su historia, cuando todas las pequeñas satisfacciones de la vida diaria se pierden, se transforman, y se nota un cambio cualitativo en el pueblo que entra en revolución; Martí llamaba a eso "entrar en revolución". Ya no importan las horas de trabajo, no importa lo que se vaya a ganar, no importan los premios en efectivo, lo que importa es la satisfacción moral de contribuir al engrandecimiento de la sociedad, la satisfacción moral de estar poniendo algo de uno en esa tarea colectiva y ver cómo gracias a su trabajo, gracias a esa pequeña parte del trabajo individual, que se junta en millones y millones de trabajos individuales, se hace un trabajo colectivo armónico, que es el reflejo de una sociedad que avanza".

Es de señalar que la apelación al concepto del estímulo moral  fue realizada al aludir al enorme esfuerzo que el país debería hacer a los efectos de construir una poderosa "industria pesada", tarea a la postre inconclusa.

En cualquier caso, y más allá de la potencia que se adjudique a los "estímulos morales" como motor de la conducta de los trabajadores, resulta reconfortante retomar y replantear el concepto  en tiempos en los cuales toda convocatoria al compromiso con la tarea parece reducirse exclusivamente a proponer el mejor diseño de un conjunto apropiado de "incentivos económicos".

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Hace poco más de un año fui invitado por la Fundación Friederich Ebert a exponer sobre la situación de la economía uruguaya y, en particular, sobre el papel y los instrumentos de fomento de la inversión en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Habana. Asimismo, participé, exponiendo sobre la misma temática, en el seminario anual del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC). Cuba acababa de lanzar un nuevo régimen de tratamiento de la inversión extranjera e interesaba conocer la experiencia uruguaya al respecto.

De las dificultades de los sistemas de recolección de residuos en la ciudad de La Habana (las reconocidas semejanzas entre las ciudades de Montevideo y La Habana se trasladan, lamentablemente, también a éste plano) a los desafíos que enfrenta el proceso de descentralización y municipalización (con sus oscilaciones entre control central y autonomía), del proceso de reformas económicas que transitó y transita la Revolución ( "caminando hacia el futuro se puede retornar a la Edad de Piedra", fue la forma como un colega cubano caracterizó algunas de los retrocesos experimentados en el pasado) al funcionamiento de las, por entonces, 498 Cooperativas No Agropecuarias (CNA), de la estructura del comercio exterior a los problemas que enfrenta el modelo de "sol y playa todo incluido" de turismo frente a sus competidores de la región, de las serias restricciones que provoca la política estadounidense en el plano financiero (y que están siendo gradualmente levantados, de la mano de la retirada por parte del presidente Obama de Cuba de la lista de Estados promotores del terrorismo en el cual había sido incluida por el Departamento de Estado, insólito y lamentable extremo que penalizaba fuertemente a las instituciones financieras que hubieran participado en alguna operación de negocios con Cuba), muchos y variados fueron los temas abordados por los economistas en el seminario.

Los desafíos que enfrenta la reforma económica cubana son gigantescos, y constituiría un grave error intentar ignorar, o minimizar, su interacción con las posibilidades y riesgos que impone la "normalización" de las relaciones con la mayor superpotencia global, y socio natural de La Isla.

El gradual desmantelamiento del embargo está en marcha, pero aún quedan importantes pasos que dar. En cualquier caso, los desafíos que enfrentan la dirigencia y la sociedad cubana exceden, en mucho, el fin del embargo estadounidense.

 La construcción de un nuevo equilibrio entre Estado y mercado supone la definición del papel y los ámbitos de funcionamiento de la empresa privada, lo que implica, a su vez, un conjunto de reglas para la inversión extranjera. Procesos tan diversos y complejos, pero que deberán ser consistentes y apuntar todos en la misma dirección, como la reconversión de las empresas estatales, la unificación monetaria, la construcción de un nuevo sistema financiero y un régimen tributario y laboral adaptado a una nueva realidad empresarial están en curso. A su vez, ignorar las implicancias políticas y sociales del proceso de reestructura económico sería, también, un grave error y únicamente  puede hacer más incierto y tormentoso el proceso.

Si la dirigencia cubana no quiere que su sistema recorra el camino transitado por la Unión Soviética y los países del este europeo a partir de la implosión del modelo soviético de comienzos de los 90', tampoco parecen posibles, ni deseables desde el punto de vista político, inspirarse en los modelos imperantes en Asia.

En definitiva, si como canta Silvio Rodriguez, se quiere rechazar la invitación a participar "de tanta mierda" capitalista (o "mielda", como dicen los cubanos según señalara el querido Roberto Fontanarrosa en oportunidad de una conferencia sobre "las malas palabras" en un Congreso de la Lengua en Rosario, remitiendo a una de las debilidades, las carencias que reflejaban la imposibilidad de pronunciar la "erre", de La Revolución ....), pues entonces los cubanos tienen la oportunidad, en un proceso sumamente complejo pero, al parecer, irresistible, de escribir una nueva página destacada en la historia de América Latina.  

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La tarea que enfrentan los cubanos no es nada fácil, y son muchos los  militantes de la causa anti-izquierdista para los cuales es necesario que Cuba colapse social, económica y moralmente para que luego se produjera la entrada triunfal del capitalismo más puro y más duro. No sucederá, no pasarán.

 Quién hubiera dicho, la posición del presidente Obama, que incluye la necesidad de atender a su recalcitrante frente interno, es mucho más progresista que la de destacados intelectuales latinoamericanos, como Mario Vargas Llosa, que se mantienen enrolados en el más recalcitrante de los ejércitos anticomunistas ("época confusa la nuestra en la que ocurren ciertas cosas que nos hacen añorar aquellos tensos años de la Guerra Fría, donde al menos era muy claro elegir, pues se trataba de optar "entre la libertad y el miedo"", decía Vargas Llosa en la columna en la que comentó críticamente la histórica decisión del presidente Obama).

En ese sentido, es siempre gratificante reconocer la lucidez que sustentó la (tan demorada) decisión del presidente Obama cuando, aquel 17 de diciembre de 2014, anunció que "terminaremos con un enfoque obsoleto" porque "después de todo, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no funcionó. Es hora de un nuevo enfoque", "no pienso que podamos seguir haciendo lo mismo durante más de cinco décadas y esperar un resultado distinto. Además, intentar empujar a Cuba al colapso no beneficia los intereses de Estados Unidos ni los de los cubanos. Incluso si eso funcionara, lo cual no ha funcionado durante 50 años, sabemos por experiencia que es más probable que los países disfruten de una transformación duradera si la gente no está sujeta al caos", "hoy estamos haciendo estos cambios porque es lo correcto, lo que hay que hacer. Hoy, Estados Unidos elige deshacerse de las cadenas del pasado para poder llegar a un mejor futuro para los cubanos, para los estadounidenses, para todo el hemisferio y para el mundo".

Así es Presidente Obama, la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos es una gran oportunidad para que los cubanos elaboren las condiciones que les permitan aumentar sustantivamente su bienestar, para generar un ambiente que favorezca la construcción de  un régimen político que cumpla con los fundamentos de la democracia y, finalmente, una gran oportunidad para generar un nuevo impulso a la relación de los Estados Unidos con América Latina.

En este sentido, cabe destacar que nuestro país, en una decisión que tuve el honor de defender en nombre del MEF en la Cámara de Diputados, condonó la deuda que mantenía el Banco Nacional de Cuba, "en apoyo a los procesos que ha iniciado la República de Cuba", como rezaba el proyecto de ley oportunamente enviado por el Poder Ejecutivo.

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A 48 años de su asesinato en Bolivia, volvamos al discurso del Dr. Ernesto  Ché Guevara en Montevideo. Apartándose de sus conceptos sobre "desarrollo económico", y sobre el final de su discurso, es inevitable traer a colación la apelación a recorrer los caminos pacíficos realizada por el Ché para alcanzar, de acuerdo a nuestras condiciones nacionales, el bienestar del pueblo. "Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América, y que cada uno de sus países, en alguna forma, los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas", decía el Ché en agosto de 1961, evocando seguramente sus andanzas en motocicleta por América Latina, antes de internarse en Centroamérica y México y adherir a la peripecia liderada por Fidel Castro.

Y más adelante agregó, dirigiéndose a los estudiantes presentes en el Paraninfo,  "ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre ni siga la explotación del hombre por el hombre, lo que no en todos casos sucederá lo mismo -sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último. Porque no hubo un último disparo el último día de la Revolución; hubo que seguir disparando".  

El último disparo, una buena imagen para describir la etapa que se inició cuando los gobiernos de Cuba y Estados Unidos decidieron, el pasado 17 de diciembre, que ya era hora de aplicar "un nuevo enfoque". Que así sea.

Gabriel Papa

Gabriel Papa
2015-10-15T10:13:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias